La línea sinuosa
Música piquetera (vol. I)
Cintia
Baudino, Eduardo Sartelli
“A la vista
de obstáculos, la distancia más corta entre dos puntos es la línea
sinuosa”
Bertold Brecht
Razón y Revolución quiere, antes que nada, agradecer la
infinita amabilidad y el compañerismo de quienes se prestaron
generosamente a esta aventura, en particular, a Bernardo Baraj, Carlos
Andino, Saúl Martín, Pablo Rozas, Daniel Navarro, Maximiliano Cataldi,
Diego Passarini, Florencia Otero, Miguel Pesce, Gustavo Suárez y Sonia
Abán. Con todos ustedes, amistad y revolución.
El
lector ya tiene el CD en sus manos, habrá leído el texto que acompaña su
tapa, de modo que no vamos a repetirle lo que ya sabe. Sí desarrollaremos
aquí con cierto detalle el motivo que nos llevó a elegir cada tema,
exponiendo, de paso, nuestro método de trabajo. Como es común en
Razón y Revolución, todos sus grupos de investigación se
reúnen los sábados, a los efectos de discutir el avance de los trabajos en
curso, elegidos según el interés personal y el programa general de
investigaciones de la organización. En nuestro caso, el Grupo de
Investigación del Arte en la Argentina se ha dado una tarea amplia de
relevamiento programático: un examen de la obra de León Gieco (a cargo de
Gabriel Falzetti), de Los Chalchaleros (Cintia Baudino) y de Antonio Berni
(Nancy Sartelli), además de la producción estrictamente artística de
pintura (Nancy), grabado (Laura Mejillones) y música (Río Rojo
–Gabriel, Cintia, Juan Manuel Tabaschek y Gonzalo Falzari). Obviamente, la
elección de los temas tiene un sentido. En particular, estamos abocados al
examen del programa “nacional y popular” a través de la pintura y la
música. De allí la preocupación por León Gieco, Los Chalchaleros y Berni.
Hay otro motivo por el cual estudiar a los que nos antecedieron. El grupo
de artistas de
RyR quiere realizar un arte revolucionario. En
consecuencia, quiere ser consciente de lo que ello significa. ¿Cómo ser
conscientes sin recuperar la experiencia de quienes ya lo intentaron? No
creemos que el mundo nació con nosotros. ¿Somos los primeros que
planteamos la necesidad de un arte tal? No. Ni siquiera somos los
revolucionarios los únicos que buscamos una relación entre el arte y la
vida, entre la vida y la política, en suma, entre el arte y la lucha.
Claro que no. Como todo fenómeno vivo, ningún artista puede separarse de
la vida, es decir, de la política. Todo arte y todo artista tiene un
programa político y lo expresa, consciente o inconscientemente. Nuestras
investigaciones tienen ese fin: entender los programas ajenos como medio
de desarrollar el nuestro. Este primer trabajo reúne el primer intento en
ese sentido.
La línea sinuosa
La
obra fue pensada, como todo en RyR,
colectivamente, lo que no excluye responsabilidades individuales. Empezó
como una pregunta: ¿cómo representar la vida nueva que había surgido con
el Argentinazo? Se nos ocurrió que la mejor forma de elaborar una primera
respuesta, era rescatar de esa experiencia su sentido más profundo: el
movimiento. La Argentina post-Proceso vivía en una ilusión: la del fin de
la historia. La democracia “recuperada” era el final del camino, nada
quedaba por hacer más que relajarse y gozar. La sociedad creía (o le
hacían creer) que se había movido, que algo había cambiado con la caída de
aquella dictadura. Veinte años de democracia, ahora sí, burguesa,
demostraron que nada de profundo se había transformado en una Argentina
que seguía estancada en el mismo páramo al que la condena su clase
dominante. Todo ello llegó a su fin con el Argentinazo.
En efecto, esa sociedad estancada
desde que la dictadura militar destruyó el último movimiento real que
experimentó la Argentina, la lucha revolucionaria de los ‘70, gastó sus
siguientes 20 años en un sufrimiento que parecía no tener fin. No
significa que no hubiera lucha alguna, sino que la clase obrera como tal
no podía más que hilvanar respuestas aisladas, fragmentarias e, incluso,
dejarse arrastrar por sus verdugos. Mientras el alfonsinismo mostraba
los límites de cualquier seudo reformismo por arriba, el menemismo
procedió a liquidar todo lo que quedaba de la vieja configuración social
asociada al peronismo. En ese mismo momento y por obra de ese mismo
proceso, comenzaba a surgir algo nuevo. Esa sociedad sin esperanzas
incubó en su interior un nuevo fenómeno: el movimiento piquetero, la
aparición de una fracción de la clase obrera capaz de desarrollarse con
independencia de clase y arrastrar con ella a otras fracciones de las
clases subalternas, como la pequeña burguesía. Al grito de “piquete y
cacerola, la lucha es una sola”, la Argentina vivió un momento de
conmoción. El dolor de la explotación capitalista la obligó a moverse, a
dejar de sufrir. La Argentina se movió y en eso consistió la
novedad. A eso había que cantarle entonces, al menos en principio: a
aquellas mujeres y hombres que desafiaron el statu quo, que imaginaron
que el mundo podía cambiar, podía ser mejor. A los que sepultaron la
contrarrevolución que se inició a mitad de los setenta y durante dos
décadas destruyó toda alternativa de vida que no fuera la sumisión y la
muerte. Va de suyo que esta obra está dedicada a ellos.
El movimiento es hijo de la contradicción. Es su forma de expresarse, de
desenvolverse. No puede, en consecuencia, seguir ordenadamente una línea
simple. Va y viene. Avanza y retrocede. No tiene forma más que su propio
despliegue. Aún así, no es puro caos. Detrás del aparente sinsentido de
la realidad, la marcha no se detiene. Puede parecer estancada y de hecho
estarla, cualitativamente. Pero aunque más no sea cuantitativamente la
realidad cambia todo el tiempo. Y esos pequeños cambios de la cantidad,
del número, preparan las grandes explosiones de la historia. Por eso la
realidad da saltos. Allí se hace evidente el movimiento que ha venido
preparándose en el silencio de la vida cotidiana. Representar ese
movimiento de la sociedad, era representar su sinuosidad, ese
saltar los obstáculos que traban su marcha. Eso es La línea sinuosa:
la representación de la vida que se abre camino.
El
punto de partida: la revolución burguesa
El individuo comienza su vida como una pura energía, una potencia plena
vacía de contenido. Es, todavía, todo lo que le han dado. Vivir
consiste en superar lo dado construyendo un lugar propio en el mundo, es
decir, un mundo que contenga lo propio. El proletariado comienza
su vida con una potencia que deviene de la clase para la cual él es,
apenas, la parte viva de una riqueza alienada que se le opone como enemigo
mortal. El proletariado no es más que una clase para el capital y, como
tal, heredará su potencia sólo cuando la supere desarrollándose. Esa
herencia está representada aquí por un pequeño fragmento de la mayor
expresión de la música revolucionaria: la Sinfonía nº 9 en Re menor, Opus
125 “Coral”, de Ludwig Van Beethoven interpretada por la London Symphony
Orquestra y el London Symphony Chorus, Dirección Carlo Maria Giulini.
Nacido en los arrabales del capitalismo europeo de aquel entonces,
Beethoven iba a expresar en su música el mismo tipo de “sublimación” creativa
que otros grandes intelectuales de la Europa que corría al este del Rin, como
Hegel, Goethe o Clausewitz. Imposibilitada de una revolución real, Alemania
sólo podía producirla en el pensamiento, decía con razón Engels. Su miseria
material ascendía al cielo de las ideas transfigurada. Lo mismo podría decirse
de la música, en particular de la de Beethoven. Joven perteneciente al
iluminismo alemán, ese movimiento intelectual que intentaba construir una
Alemania a la altura de los tiempos, es decir, capitalista, Beethoven ve en la
Revolución Francesa la promesa de un mundo nuevo. Aunque la coronación de
Napoleón va a desencantarlo, al punto de cambiar la dedicatoria de uno de sus
grandes trabajos, nunca abandonará los ideales que 1789 trajo consigo. La
musicalización del gran poema de su compañero en ideales, Schiller, El
himno a la alegría, es testimonio de su fidelidad a aquellos
valores: libertad, igualdad, fraternidad. La burguesía formuló la promesa,
pero nunca la cumplió: la libertad se transformó en libertad de comercio; la
igualdad real, en igualdad “ante la ley”; la fraternidad, en la sumisión al
estado burgués. Pero, por encima del hombro de la clase a la que perteneció,
Beethoven todavía le habla a la humanidad presente. Le recuerda que aquella
batalla no decidió la guerra, que su curso todavía está inconcluso y que un
nuevo ejército deberá culminarla. Recogemos esa herencia, con irreverencia y
respeto.
Un
largo y sinuoso camino
¿Qué podemos agregar aquí sobre los Beatles que no haya sido dicho ya?
Elegimos este tema para indicar el comienzo de la obra, señalarle al que
escucha que le espera eso, un largo y sinuoso camino. Su musicalidad se
corresponde bien con el título, señalando un ir y venir, un desplazarse
ondulante, cargado de angustias y deseos, una forma de llegar que es, al
mismo tiempo, un retorno. Una canción de amor cuyo objeto puede ser una
mujer o un hombre, pero también una vida, la propia, la de la humanidad en
busca de reencontrarse consigo misma: “El largo y sinuoso camino que lleva
a tu puerta nunca desaparecerá”, canta McCartney. Podemos ponerle
cualquier contenido a una forma que expresará siempre una tarea
inconclusa, una tarea dolorosa hacia el bien amado. Ningún tema expresaría
mejor el problema que presentamos aquí que esta canción cuyo formato
“spectorizado” causó tanto debate en su momento. Despojado de toda “pared
de sonido”1,
trabajamos con el arreglo de Gustavo Suárez, compañero y amigo,
especialmente realizado para este CD. Esta canción es interpretada por un
solo instrumento, el guitarrón, instrumento de afinación más grave que la
guitarra, su afinación original es: si- fa# -re- la- mi- si, aunque en
este caso con una picardía: afinado un semitono2
más arriba, suena como una “guitarra barítono”. Este arreglo para una sola
guitarra (chord melody) esta formado por acordes a cuatro voces, bajo
tenor, contralto y soprano.
Llueve, hace frío. El alma triste no puede estarlo más.
Garúa expresa toda una tendencia en el tango, que se caracteriza
por el sufrimiento. Es pertinente distinguir entre sufrimiento y dolor.
Como bien nos explicó Rosana (López, sí, la de Cuentos piqueteros),
sufrir es padecer, es decir, aceptar pasivamente una situación. El dolor
es algo más primario, más inmediato. Es una necesidad de la vida:
experimentar el dolor es experimentar el mundo. El dolor obliga al
movimiento. Aquel que renunció al movimiento sufre, se entrega,
se deja morir. Sufrir no es necesario. Sólo una sociedad que se
caracteriza por destruir las esperanzas de la masa de la población puede
regodearse, recomendar y recomendarse el sufrimiento. No es un
sentimiento bueno para revolucionarios: es propio de la clase dominante,
porque los sentimientos dominantes, como las ideas dominantes (Agnes
Heller dixit, aclara Rosana), son los sentimientos de la clase
dominante. El tango tiene mucho de eso y no se puede negar que Garúa,
con esa potente y bella poesía, lo expresa claramente: “Y yo voy como un
descarte, siempre solo, siempre aparte, esperándote.” Como en el medio
de un conjunto de círculos concéntricos, el alma carece de todo contorno
social (“Como un descarte”), experimenta la soledad (“siempre solo”) y
el desprecio (“siempre aparte”), sin ninguna iniciativa (“esperándote”).
No puede sentir otra cosa: “Y por más que quiera odiarla, desecharla y
olvidarla, la recuerdo más”. Alguien dirá que el amor es así, pero esa
es la concepción burguesa del amor: sufrimiento, imposibilidad, locura.
Otra cosa es el amor (otra vez, Rosana dixit): nexo básico entre los
seres humanos, sólo brillará como tal cuando las relaciones que
organizan este mundo, que estimulan la hostilidad y la posesión de las
personas como cosas, dé paso a relaciones de igualdad y generosidad. La
ideología burguesa del amor ha venido a oponerse a la fraternidad
socialista. El triunfo del amor burgués es, entonces, la condena del
alma en pena, con su corazón “transido”, rodeado de púas, muy cristiano
todo. Enrique Cadícamo (autor prolífico, dramaturgo y cineasta que murió
a los 100 años, transformado en una de las glorias del tango) hizo tres
temas con Troilo. Garúa fue grabado en 1943 y se transformó en
un éxito rápidamente, siendo cantado por grandes intérpretes: Pedro
Laurenz, Fiorentino, Mercedes Simone, Tania, Hugo del Carril, Goyeneche.
Aquí Río Rojo intenta una versión que rescata
la esencia profunda de su letra. Para este tema se utilizaron recursos
de la música impresionista (sonoridades huecas, gamas por tonos,
clusters) dado el carácter de postal que tiene la obra. Quisimos
retratar con música las “impresiones” que el texto describe tan
brillantemente. El comienzo, totalmente despojado, nos ofrece unas
monótonas octavas3,
que imprimen el molesto caer de la garúa, clavándose como púas en el
pecho. Estas octavas a contratiempo4
se vuelven melodía interrumpiendo, entorpeciendo, el monótono paso del
caminante y sus negras cromáticas constantes, grises. Un pequeño ascenso
en escala por tonos oscurece aún más la escena hasta caer
indefectiblemente en un cluster5,
en un pozo. La voz, abriéndose camino en la niebla, en la oscuridad, en
el viento, totalmente desolada, continúa la narración iniciada por el
piano. Las púas se acentúan en el corazón y el piano comienza a latir, a
tomar vida. Una vida hasta este momento signada por el sufrimiento y la
soledad más absoluta de la noche. La tristeza se intensifica y quiebra
en un llanto sólo comparable a la magnitud de la garúa. Las octavas
vuelven a aparecer: sigue lloviendo pero algo quiebra la monotonía.
Nadie puede vivir inmerso en el sufrimiento, el duelo debe tener un
límite.
Sin querer enmendarle la plana, nos permitimos, sin embargo, oponerle a
esta soledad sin vida, una reflexión sobre las “soledades”. De soledades,
de Gabriel Falzetti, la voz de Río Rojo, mastica la
bronca y se propone la lucha, en una letra sencilla que simplemente quiere
decir “no me doy por vencido”. Escrito especialmente para este CD, este tema
fue compuesto para dos guitarras. La melodía principal está a cargo de la voz.
Toda la primer parte fue escrita sobre la escala menor6,
logrando una relación melancólica con el tema que lo precede. La primera
guitarra se encarga de contestar a la voz con melodía, siempre en modo mayor7.
Luego el tema modula a su escala relativa mayor, de esta manera cobra un
sentido mucho más alegre, otorgándole aire y claridad a esta segunda y última
parte del tema.
El problema de la soledad se resuelve si se recuerda que toda parte
adquiere sentido en su totalidad, es decir, en el conjunto al que
pertenece. La voz de la experiencia acumulada viene a recordárselo al
alma triste todavía no convencida de la necesidad del movimiento. No
hace falta decir mucho sobre Joan Manuel Serrat, pero su Me gusta
todo de ti (pero tu no), merece un buen párrafo. Parte de
Sombras de la china (1998), uno de los más bellos y personales
discos de Serrat, Me gusta… retoma el talante dialéctico del
autor por confrontar la esencia y la apariencia que ya está presente en
un tema emparentado, De cartón piedra, que habla del amor de un
hombre por un maniquí. Irónico y humorístico, Serrat apunta más allá de
la interpretación obvia: no se trata de la crítica a la belleza
superficial sino de que la totalidad es mayor a la suma de las partes.
Me gusta… trae consigo una lección al caminante: no es bueno
mirarse siempre el ombligo. El sentido de la vida de un individuo está
en los otros. No es mirando hacia adentro que se encontrará. Es la
invitación a reunirse con un conjunto mayor. Buenas palabras para el
alma triste que aún no entiende y planea su suicidio. Esta
interpretación fue pensada e instrumentada para una banda, la cual
aparece “de a pedazos”, a medida que se desarrolla el tema. Sólo en el
interludio y en el final se reúne la formación completa. El arreglo
comienza con guitarra eléctrica, bajo y percusión, que presentan
suavemente la primera parte, para estallar luego con la sumatoria del
piano, la batería y la guitarra criolla. A medida que transcurre el
relato aparecen y desaparecen los instrumentos constantemente,
produciendo sorpresa, pero también representando la parcelación, donde
la idea de corte y ruptura es una constante.
El suicidio. Efectivamente, eso es lo que plantea ese falso ídolo
llamado Charly García. Viernes 3 AM es la conclusión lógica del que
no puede encontrar otra salida que abandonar una lucha que nunca empezó. El
suicidio se le ocurre la única alternativa al sufrimiento. Serú Girán, aunque
resistida al principio, ha sido catalogada como la primer “Gran Banda”
argentina y forma parte ya de la mitología del rock nacional. Dotada de una
estructura sólida y con algunos aportes personales notables (como el bajo de
Pedro Aznar), la banda creció durante el Proceso militar, con un tono
claramente crítico, en particular en el disco que contiene este tema, La
grasa de las capitales (1979). Igual, que Garúa, es la historia
de un sufrimiento sin fin. A diferencia del texto de Cadícamo, el sufrimiento
tiene un origen social: la soledad de la derrota. García llora, aunque no lo
sepa o no lo quiera, la muerte de la revolución. Es el sufrimiento del alma
que no ha estado siempre sola y observa que otras iguales, que “no pueden
más”, también “se van”. Se acabó el sueño de “un sol y de un mar y una vida
peligrosa”. No importa lo que pase ahora, todo seguirá igual. Hemos elegido
dar comienzo a esta pieza con una armonía en modo dórico8
con carácter piazzoliano. La guitarra da pie a la flauta que aparece
contrapunteando la voz a lo largo del relato, que como la conciencia, sigue al
personaje suicida mostrando sus vaivenes. La muerte parece liberar al
personaje, sin embargo la coda (el final) vuelve a exponer la misma melodía
inicial. Es que nada ha sido superado. La salida individual, el suicidio en
este caso, no ha solucionado nada.
Esta primera etapa de lucha del alma sola consigo misma se cierra con
una reivindicación del movimiento, paradójicamente, con una imagen que no
podría, en primera instancia, ser más estática: un árbol atrapado en una
piedra. El Aromo, brotado de la pluma de Romildo Risso (1882-1946),
poeta “nativista” uruguayo, es uno de varios de sus poemas musicalizados por
Atahualpa Yupanqui, como Los ejes de mi carreta. Héctor Chavero,
“Atahualpa Yupanqui”, es el mayor exponente del folclore argentino. Afiliado
al Partido Comunista pero de una ideología anarquizante, aprendió de su primer
maestro, Mengucho Sosa, un estibador de la provincia de Buenos Aires, el
“tumba y puchero-puchero y tumba”, los primeros acordes de la guitarra. “Con
mucho susto, pa’ que no lo reten”, como confiesa en la introducción a su canto
al “triste destino” de los “caballos argentinos”. Inspirado en los clásicos de
la guitarra española (Sor, Albéniz, Granados) y por la música clásica en
general, (Schubert, Liszt, Beethoven, Bach, Schumann), produjo una música de
infinita delicadeza. Se trata de un artista “del mundo”, no sólo por su
formación musical sino porque la vida de Yupanqui fue un viaje permanente. Un
viaje en el que experimenta la vida del proletariado más pobre (hachero,
arriero, cargador de carbón) pero también repartidor de telegramas, oficial de
escribanía, corrector de pruebas y periodista. Exiliado por participar en la
revuelta que intentaba reponer a Yrigoyen en su cargo, se exilió en Uruguay,
donde conoce al autor de El Aromo. Encarcelado varias veces por el
peronismo, Atahualpa se consagra en Europa como intérprete notable, de la mano
de Edith Piaff. “El payador perseguido” es el nexo vivo entre la rebeldía
gaucha que encontró expresión literaria en el Martín Fierro, y el
nacionalismo popular y anti-imperialista de los ’70 (cuyo origen hay que
buscar, sin embargo, en los ’30). El Aromo es la mejor expresión de
esta rebeldía: en un alto pelado, sin un yuyo cerca, aunque su vida es un
martirio, “se hace flores de sus penas”. Saca del dolor la vida y la hace
belleza. Generoso, no sólo no se sumerge en sí: “como tiene de más, puñáos por
el suelo deja”. El alma que aprendió que la vida es lucha, se propone, aún
como individuo, pero como individuo recobrado, como ejemplo de la tarea
necesaria: reconoce el carácter social de la existencia. Esta versión al igual
que la original es una milonga, arreglada especialmente para este disco por
Miguel Pesce, otro compañero y amigo. Se trata de un arreglo para dos
guitarras que armonizan y contrapuntean a la melodía principal (cantada), con
disonancias9 y
tensiones, aportándole seriedad y profundidad a la obra. Tiene una extensa
introducción e interludio que funcionan como anuncio de lo que será la gran
poesía y preparan al oyente a recibirla con atención.
El alma se alista, entonces, para la nueva etapa: reconocerse como
individuo social. Tiene que atravesar un río bravo, pero en su auxilio llega
la voz de la humanidad, brevemente, en este nuevo arreglo de Gustavo Suárez,
para decirle que en el Puente sobre aguas turbulentas lo espera una
mano amiga, que sabrá acompañarlo. Paul Simon (13/10/41) y Art Garfunkel
(5/11/41), dos neoyorquinos que sintetizaron en sus canciones la crisis de los
’60 americanos, lograron con este tema un éxito resonante, superior al que
obtendrían luego con la música de El Graduado (donde se destacan
Scarborough fair y Mrs. Robinson). Vendió más de 13 millones de
discos en todo el mundo y es el segundo más vendido de todos los tiempos,
superando clásicos de los Beatles y los Rolling Stones. Compuesto en 1969, se
podría hipotetizar que una letra que promete estar allí cuando haga falta,
debe haber enganchado bien con un clima de época en el cual la guerra, la
crisis política y las tendencias a la disolución social provocarían una
sensación generalizada de angustia, temor por el futuro y por la supervivencia
individual. Puente… es un himno que alienta al caminante, igual que
Amazing Grace y guarda también una relación estrecha con The Long…
que, según John Lennon, fue compuesto a imagen del éxito del dúo
norteamericano. En este arreglo el guitarrón es quien canta la melodía y se
suma la guitarra que lo acompaña con arpegios. El tema aquí es interpretado
con variaciones rítmicas sobre el arreglo previamente escrito.
Summertime, bellísima canción que
forma parte de la ópera Porgy and Bess, y pertenece a una escena
cargada de significado. Expresa el resentimiento de clase que acompaña al
nacimiento de la conciencia de lo social: una pareja de negros intenta
tranquilizar a su “amita” blanca, recordándole que la suya será una vida fácil
porque ha nacido de padre “rico” y madre “bonita” y nunca le faltará nada
porque siempre tendrá la protección de sus progenitores. Entonces, pequeña
niña, “Don't you cry”. Algo que podría traducirse en un criollo “de qué te
quejás”. Hay allí ya un reconocimiento, el primero que realiza nuestro
caminante, de las diferencias sociales. Comienza a reconocerse como ser social
al percibir la diferencia. Summertime se convirtió en un éxito
musical por sí sola (igual que It Aint Necessarily So). La ópera
nació de la labor conjunta de Ira y George Gershwin, sobre la base de una
novela de un escritor negro, Heyward. Nunca fue un gran éxito en EE.UU., ni en
el teatro ni en la versión para cine de Otto Preminger. Retrató fielmente un
mundo en crisis, el de los ‘30s americanos, en los que las convulsiones
sociales permitieron el desarrollo de un arte pleno de crítica social y el
encuentro entre el arte popular y el “culto”. Es el caso de la obra de
Gershwin, que sintetiza el jazz y la tradición clásica. Summertime ha
sido interpretada innumerables veces por los mejores cantantes del mundo,
aunque tal vez la versión “clásica” sea la de Louis Armstrong y Ella
Fitzgerald. Nina Simone, María Callas, Sara Vaughan, entre otras gigantes, han
dado vida a exposiciones de belleza y energía incomparables. En esta versión
los instrumentos van apareciendo a medida que la obra se desarrolla. La
introducción fue compuesta sobre una variación libre de la melodía. El actor
principal del tema es el clima dinámico y sorpresivo generado por el groove10
a partir de su base rítmica, y los contracantos11
a cargo del saxo soprano (a cargo de Bernardo Baraj) y la guitarra eléctrica.
La modulación por tono ascendente12
nos demuestra que algo cambió, que se produjo un quiebre: aquí se intenta
mostrar al individuo en un grado de conciencia más elevado. Reconoce de alguna
forma, aunque sea de manera incipiente, las relaciones sociales que
constituyen su vida. El final del tema es interpretado por el saxo soprano y
el resto de la banda juega rítmicamente empujando el tema hasta su fin.
El niño yuntero es ya un paso adelante en esa constatación
rencorosa de las diferencias de clase: es, probablemente, la mejor descripción
de las consecuencias humanas de la explotación capitalista. “Carne de yugo, ha
nacido”, cuenta Miguel Hernández, el poeta obrero de la Revolución Española.
El niño no sabe contar sus años pero ya es como la herramienta “a los golpes
destinado”, un objeto para el capital. Su alma ya está vieja y encallecida,
“siente la vida como una guerra”. En lugar de crecer, se hunde, porque es cada
día “más raíz, menos criatura”. A todos nos duele, querido Miguel, ese niño
hambriento que se pregunta por qué es carne de yugo. De esa pregunta saldrá el
martillo, de esos mismos hombres jornaleros que han sido niños yunteros.
Río Rojo ensaya una versión en tres grandes partes. Una inicial,
en la que sólo acompañan la voz dos guitarras. El uso de los armónicos13
de la guitarra en la introducción, esos sonidos muy agudos, cual campanitas,
viene a recordarnos que hablaremos de un niño. La ternura de esa niñez
anunciada con una melodía en modo pentafónico14
empieza a mostrar su crudeza. La niñez es interrumpida por el yugo de la vida
obrera, entonces no hay lugar ya para armónicos, la infancia se ve destrozada
por bajos pesados, por acordes por cuarta que hieren. En la segunda parte se
suma la batería con ritmo de marcha bien marcada. Los armónicos ahora se
confunden con un bajo de guitarra en “pizzicatto”15
que señala el paso del tiempo, el tiempo que se vuelve en contra del que
“trabaja masculinamente serio”. El piano repite rutinariamente un motivo
melódico de carácter clásico. Este cuadro se contrasta con intentos breves de
liberación, logrados con el aporte de los platillos junto con el bajo
eléctrico. La tercera parte es un “aire de candombe”. Festivo y duro como debe
ser el martillo verdugo de las cadenas de la opresión burguesa. Los elementos
de la música rioplatense trasladan al personaje descrito por el poeta español
a nuestras tierras, demostrando el carácter internacional del capitalismo y
por ende de la clase obrera.
El caminante se asusta ante tamaña
tarea. Piensa que puede tomar un camino distinto, un camino individual. Vuelve
la voz de la experiencia a recordarle que ese camino no lleva a ninguna parte.
Considerado uno de los grupos “fundacionales” del rock argentino, Manal
corporizó en los años ’60 su vertiente más “proletaria”. Temas como Jugo
de tomate, Avellaneda Blues o Todo el día me pregunto,
lanzaron al grupo a la consideración pública, defendiendo una línea que podría
caracterizarse al modo de la época, como “de protesta”. No pibe, sin
embargo, tiene una connotación especial: es la voz de la experiencia que viene
a decirle al caminante que no hay camino individual, que no puede escaparle a
su obligación de autenticidad. Cargada de humanismo sartreano, le recuerda al
que escucha que existe una vida buena y otra que no lo es. En su apelación
moral, No pibe no supera el individualismo, pero en su reivindicación
del amor frente al negocio, demanda, tal vez inconscientemente, la
construcción de otras relaciones sociales. Nuestro arreglo tiene una formación
típica de banda de rock: bajo, batería, guitarra eléctrica y saxo tenor con el
aditivo del piano eléctrico, un piano Rodhes. La interpretación blusera del
canto, inmejorable, está a cargo de Carlos Andino. Si bien se respeta la forma
y la armonía original, el estilo y ritmo elegidos tienen influencias del funk
negro de los ‘60. El saxo tenor de Bernardo Baraj cobra una gran relevancia ya
que dialoga con la voz mediante la realización de contracantos.
La despedida, entonces, es el momento que debe
afrontar ahora el caminante consciente y decidido a su tarea histórica,
la lucha. Consuelo Velásquez (1924-2005), es la cantante mexicana autora
de Bésame mucho, probablemente el bolero más conocido en el
mundo y el único tema que los Beatles cantaron en castellano. Hay quien
la compara a Gershwin o Piazzola por su formación clásica y su vocación
por la música popular. Escrito en 1941, cuando Consuelo tenía diecisiete
años, Bésame se hace inmediatamente famoso. Desde entonces ha
sido interpretado por los cantantes más importantes (Frank Sinatra,
Plácido Domingo, Liza Minelli, Omara Portuondo, Diana Ross, Joao
Gilberto, Nat King Cole, entre miles) y en más de veinte idiomas.
“Cuando escribí esa canción, ni siquiera había besado a nadie, ni sabía
lo que era un beso, pero me salió del corazón”, confesó Consuelo años
después, aunque ese desconocimiento no le impidió crear la única canción
mexicana que permaneció tres meses continuos en el primer lugar de las
listas de éxitos musicales en los Estados Unidos. No hace falta imaginar
demasiado por qué: con el mundo atrapado por la guerra, millones de
mujeres y hombres habrán realizado millones de veces ese pedido
dramático sintiendo que esa podía ser “la última vez”. El alma se
despide al comienzo de la última y más riesgosa de las etapas, sabiendo
que tal vez no vuelva. La versión que ofrecemos se acerca más al filin
que al bolero. Este último género ha sido subestimado en general por el
ambiente de la música. Sin embargo, tiene posibilidades armónicas y
melódicas infinitas y ha dado lugar a un pariente cercano: el filin.
Este otro género, nacido en Cuba en los años ‘40, se caracteriza por el
despojo: apenas una o dos guitarras y una voz. Menos meloso y más
directo que el bolero, el filin sirvió como conductor de nuestro
arreglo. La crudeza de la despedida debía decirse con la convicción y
simpleza del texto. Una introducción de estilo “académico” con
sonoridades “duras” (uso de cuartas y séptimas, cromatismos16
y disonancias) prepara el clima para la despedida. El bajo viene a
aportarle profundidad. Las guitarras apoyan a la voz con contrapuntos de
“nota contra nota” e imitaciones. El final queda abierto, sin reposo:
mientras que la voz no resuelve, al último acorde (tónica) se le suma
una disonancia.
El poema musicalizado por Paco Ibáñez, no contiene
todas las estrofas de la poesía de José Agustín Goytisolo. Hermano de
dos novelistas, Juan y Luis, José formó parte de la Escuela de Barcelona
y de la Generación de los ’50, que marcaron un nuevo comienzo de la
poesía española tras la guerra civil. Burgués de origen, la muerte de su
madre por una bomba franquista marcó su futuro político de opositor al
régimen. No se afilió nunca a ningún partido, pero el franquismo lo
sospechó siempre de comunista, quizás por su gusto por Antonio Machado,
Pablo Neruda, Cesare Pavese y Pasolini. Echará fama más allá de España
gracias a su amistad con Paco Ibáñez y otros cantantes que pondrían
música a sus versos, como Joan Manuel Serrat y Rosa León. Traductor de
Borges al catalán, sus Palabras para Julia parecen, a primera
lectura, una carta de un padre a su hija, aunque Julia era la madre de
Goytisolo. Aquí preferimos interpretarla en el primer sentido: alguien
que parte a la lucha y le pide a los que quedan que sigan su huella. La
música de Paco Ibáñez, antifranquista censurado, valenciano admirador de
George Brassens y Atahualpa Yupanqui y musicalizador de Alberti,
Góngora, Blas de Otero, Gabriel Celaya, Quevedo y Miguel Hernández,
entre otros, no podría ser más bella. En nuestra versión, el canto
comienza junto al piano sin introducción, en anacrusa,17
para ser enseguida acompañado por el piano. Este instrumento realiza,
toda la primer parte, arpegios en tresillos de corcheas18,
luego se suma la guitarra con unos acordes que empujan hacia delante y
realzan la tercera estrofa del texto. En la instrumentación de este tema
se pueden escuchar guitarra criolla, voz y piano en la primer parte,
mientras que, a partir del segundo estribillo, se incorporan la guitarra
eléctrica, el bajo y la batería. El juego melódico de la guitarra
criolla contrapunteando a la melodía principal tiene un carácter cálido,
los contracantos son, en su mayoría, suaves y dulces, lo que contrasta
con la guitarra eléctrica que realiza frases más violentas, mas duras.
Llegando al final, en lugar de cantar el último estribillo, como lo
hacen la mayoría de los intérpretes, decidimos terminar el texto con la
estrofa que finaliza diciendo “tú debes comprender, que yo aún estoy en
el camino”. Seguido de esta frase llega la coda de la mano de unos
platillos que la anuncian, mientras la melodía principal está a cargo de
la guitarra eléctrica y el piano hace una segunda voz.
John Newton (1725-1807), escocés y autor de este
himno, llegó a capitán de navío como traficante de esclavos. Celebra en
su letra el momento en que se convirtió, “por la gracia de Dios”, al
abolicionismo, del que se transformaría en un militante sobresaliente.
Amazing Grace se convirtió, a su vez, no sólo en el emblema musical
del abolicionismo, sino en el de la lucha negra en general. En los
Estados Unidos es una especie de himno paralelo, cantado por
innumerables intérpretes de todo el mundo, entre los que se destacan
Elvis Presley, Aretha Franklin, Joan Báez, Sinead O’Connor, Paul Robeson,
Cassandra Wilson, Ani di Franco, Rod Stewart y muchísimos más. También
las versiones y los instrumentos utilizados varían enormemente: en
cherokee, folk, celta, la versión Star Trek, en gaita, saxo, clarinete,
guitarra, a capella, órgano, con la trompeta de Louis Armstrong, por
coros de Gospel, etc. ¿En qué consiste la gracia maravillosa que tocó al
caminante? En descubrir para sí la confianza que le da saber el
encontrarse en el camino verdadero. Lo que viene es difícil, pero es la
vida verdadera, la de la lucha que fundará un nuevo mundo. En nuestra
versión, para componer la introducción se respetaron los intervalos de
la melodía original pero tocada en modo menor y en las dos cuerdas más
graves de la guitarra (instrumento solista). De esta manera se intenta
transmitir una situación de profundo dolor, el mismo que da paso a la
voz de Sonia Abán, ya en modo mayor, representando la fuerza y el valor.
Hacia el final aparece la gaita, instrumento de batalla escocés que nos
viene a mostrar, con ese sonido tan particular, que la vida es lucha.
Tracy Chapman cantante y antropóloga,
nació en 1964 en Cleveland, EE.UU. Comenzó cantando en la calle, en pubs y
cafés nocturnos, pero le llegó la fama mundial en 1988, cuando recibió cuatro
Grammys por su primer disco, que incluía Fast Car, su primer gran
éxito. Políticamente de izquierda, rechazó participar en el Live 8
por considerar que esos eventos son inútiles. Sus letras tienen una mezcla de
drama personal y política que la emparientan con Silvio Rodríguez. En
Talking… Tracy demuestra que sabe leer más allá de la superficie y captar
la bronca y la esperanza que anidan en el proletariado norteamericano, el más
embrutecido, el más sojuzgado. Aun aquellos que parecen dar lástima, aun
aquellos que parecen pedir limosna pueden estar hablando de revolución… Con
esta certeza en mente, el caminante puede avanzar, sabiendo que no estará solo
el resto del camino, aunque al principio encuentre pocos a su lado. En esta
versión, un homenaje a Bolivia, buscamos sintetizar el internacionalismo. Se
trata de una canción norteamericana, o sea, cantada en un inglés particular y
que suena casi como un hip-hop del Bronx. Nosotros la trasladamos a Bolivia,
cuna de grandes manifestaciones obreras y surgió un huayno. Sin podernos
despegar del todo de nuestra condición porteña, la interpretación vocal sufre
la influencia del tango arrabalero, pero cantado en inglés como su versión
original. El resultado es un huayno, cantado en inglés como si fuera un tango.
¡Ay, Carmela!, tema popular frecuentemente asociado con la Guerra
civil española, en realidad tiene su origen en la lucha de las guerrillas
contra las tropas de Napoleón en 1808. El contenido de su letra varió con el
tiempo, rellenándose según conviniera al momento político, siempre
significando la resistencia contra una potencia superior. En el transcurso de
los años su letra se adaptó a las circunstancias sociales y políticas. Se la
conoce también como El paso del Ebro, en honor al Ejército del Ebro,
glorioso contingente republicano que frenó durante 113 días la embestida de
las tropas franquistas, muy superiores en número, tecnología y apoyo
extranjero. También se cantó una versión con el nombre de Viva la XV
Brigada, compuesta por rusos, cubanos, ingleses, yanquis y canadienses,
la mayoría de los cuales murió en combate. Nuestra ¡Ay Carmela!
fue concebida como un rock. Comienza con un tambor marcando un ritmo que viene
a representar al ejército revolucionario. La formación elegida para este tema
es de power trío19:
bajo, guitarra eléctrica con distorsión, batería y una enérgica voz. Estos
instrumentos funcionan conjuntamente, dando una sensación de fuerza y empuje
sostenido. Agregamos también sonidos de castañuelas y palmas, que remiten al
pueblo español. Se percibe el clima de batalla desde su comienzo hasta el
final, donde el tambor no se detiene, al igual que el movimiento de la vida.
La historia de las sillas representa una nueva irrupción de la
experiencia humana acumulada, esta vez, de la pluma de Silvio Rodríguez.
Cubano, de origen campesino, fue estudiante, alfabetizador, empleado
gastronómico, dibujante, soldado y cantante. Trabajó con el grupo de
experimentación sonora del ICAIC (Instituto Cubano de las Artes y de la
Industria Cinematográfica), donde grabó sus primeros discos y canciones.
Fundaría, en 1967 y con Pablo Milanés y Noel Nicola, el movimiento de la Nueva
Trova. Silvio reconoce la influencia de los primeros escritores románticos, en
particular, Lord Byron, Hoffman y Poe, así como la de Bob Dylan, Los Beatles,
Beethoven, Tchaikovsky, Mozart, Brahms, Stravinsky, pero filia su posición
ante el arte en Bertold Brecht. En La historia… aconseja al caminante
mantener el buen paso. Siempre habrá sillas para tentarlo, para detener su
marcha, una alusión obvia a la actualidad argentina, en pleno reflujo del
Argentinazo, en el que muchos compañeros se han dejado arrastrar fuera del
camino. Pero, “siempre vale la agonía de la prisa, aunque se llene de sillas
la verdad”. La versión de Río Rojo, por
encontrarse en la última etapa de este disco no podía estar despojada del
todo. Sin embargo, por tratarse de una canción preferentemente ejecutada por
un sólo instrumento (más la voz, vale aclarar), reemplazamos la guitarra por
un piano que, digámoslo, suena romántico. La voz del personaje que atraviesa
todo el disco, ahora se manifiesta a través de la flauta, a cargo de Saúl
Martín, que surge en el último puente, en la última reflexión. Cuando aparecen
las sillas que invitan a parar, la flauta se impone dando claridad al mensaje
de la canción. Es un tema que da respiro a la tercera etapa y es,
paradójicamente, un descanso. Pero ahora con la convicción, con la audacia que
implica el transformarse en revolucionario. Por eso, la coda es una variación
del puente, porque algo ha cambiado en la conciencia. A diferencia de lo que
pasó el Viernes 3AM, ahora el individuo se vuelca hacia una
salida colectiva y eso lo libra de la muerte, eso lo hace trascender.
Durante más o menos dos años, Portugal se vio arrastrado hacia lo que se
conocería como la Revolución de los claveles, que derrocó a la dictadura más
vieja de Europa, dominando el país desde 1926. Atrasado, envuelto en una
guerra colonial en Angola, Portugal presencia la última insurrección obrera de
Europa capitalista en el siglo XX. El hecho que detonó la bomba fue el
derrocamiento del gobierno dictatorial por los militares del Movimiento de las
Fuerzas Armadas. Los trabajadores salen a la calle en su apoyo, participan del
asalto de los cuarteles, de la toma de plazas y medios de comunicación. Cae el
presidente y los obreros reclaman el socialismo y la nacionalización de la
economía. Claveles rojos en los fusiles de los soldados le dan nombre a la
revolución. Se decreta inmediatamente el fin de la guerra, la independencia de
Angola, Guinea y Mozambique, comienzan las ocupaciones de fábricas y haciendas
y se crea una economía nacionalizada. La traición del PC y del Partido
Socialista, junto con la aparición de un ala derechista dentro del MFA, hizo
posible el golpe de estado de noviembre de 1975. Con los socialistas en el
gobierno, se rechazó la independencia de Angola, se derogó la ley de unidad
sindical y se comenzó a devolver sus propiedades a los burgueses y a purgar el
ejército. José Afonso, autor de Os indios… participó del movimiento
revolucionario (una de sus canciones Grandola Vila Morena fue el
himno de la insurrección), iniciando la renovación del Fado, la canción
popular portuguesa. Cercano al Partido Comunista, es perseguido y encarcelado
por la dictadura. Se relaciona con el movimiento revolucionario LUAR, al que
le dedica Viva o Poder Popular. Nuestra versión de Os indios da
Meia Praia, una canción dedicada a la experiencia de construcción
comunitaria de casas en la playa de Meia Praia, puerto de Lagos, durante la
revolución, comienza con una melodía muy dulce interpretada por instrumentos
cálidos como son los de cuerda, en este caso, guitarra, charango y bajo. Luego
llega la voz y también la batería. La obra va a ir tomando fuerza a medida que
transcurra el relato, siempre manteniéndose la imagen de la brisa, la frescura
y la alegría de aquel levantamiento de trabajadores en las costas de Portugal.
Guantanamera, una guajira-son, es, como ¡Ay Carmela!,
una canción de letra cambiante. Comienza casi siempre con partes del primer
poema de los Versos Sencillos, de José Martí, especialmente con el
célebre “Yo soy un hombre sincero…”, pero sigue según le guste al que la
canta. Dada la enorme cantidad de intérpretes de Guantanamera, la
cantidad de versiones es igualmente enorme, desde Pete Seeger hasta León Gieco,
pasando por Naná Moskourí, Julio Iglesias, José Feliciano, Joan Báez, Joe
Dassin, Carlos Puebla y tantos otros. La música fue compuesta por Joseíto
Fernández, en 1928 (aunque en 1993 el “Diablo” Wilson inició un juicio
reclamando la propiedad), pero alcanzó la fama internacional con la
interpretación de Pete Seeger en 1963, que fue quien le agregó los versos de
Martí (aunque parece que sólo los tradujo al inglés y el que los ligó con la
música habría sido Julián Orbón). Sea como sea, es la canción cubana más
popular del mundo y no podría ser otra la que cerrara este trabajo: la
revolución es posible. Nuestra Guantanamera comienza con ritmo de
bossa-nova. Tranquila, sencilla y sobre todo cálida es esta primer parte del
tema, la cual contiene en sí lo que saldrá explosivamente en la segunda. Se
produce el estallido cuando el piano dispara los primeros acordes ya en ritmo
de son cubano. Aquí se logra un ambiente de claro clima festivo con la banda
ya completa: batería, bajo, guitarra criolla, piano, tres cantantes (a Gabriel
y Florencia se suma Carlos Andino) y flauta traversa (Bernardo Baraj). La
revolución esta en marcha y eso merece y significa una inmensa alegría…
La internacional suena al final recordando
que la lucha continúa. Letra de Eugene Pottier (1871) y música de Pierre
Degeyter (1888), se transforma en el himno de la Segunda Internacional en
1896. A partir de allí, ha simbolizado siempre la unidad de los
revolucionarios que luchan por el socialismo. Para este tema escribimos la
melodía del estribillo “en espejo”, la grabamos con la guitarra y por medio de
un recurso de la computadora la invertimos. Resultado: nos quedó la melodía al
derecho con las intensidades al revés. Quiere decir que el ataque de la cuerda
(momento de mayor intensidad) aparece al final de cada nota como si estuviera
aspirada. Son como múltiples “mini crescendos.”
Termina así el recorrido que iniciamos con Beethoven: la realización
de las potencias de la revolución burguesa por medio de una nueva
revolución. Aunque ella ya está presente como posibilidad y como
exigencia de las mismas contradicciones de la sociedad en que vivimos,
su realización plena requiere mucho más que canciones. Ninguna obra de
arte puede reemplazar a la sangrienta y desgarrada lucha material. Sin
embargo, eso no la exime de presentarse al campo de batalla y tomar su
lugar en la contienda. Eso intentamos, apurar el paso y sumarnos al
ejército de artistas que construye la mayor de las obras de arte de la
historia humana: el socialismo. El inicio de otro largo y, no podría
ser de otra forma, sinuoso camino.
NOTAS
1 Efecto creado por Phil Spector, productor de los Beatles, consistente en agregar un masivo sonido orquestal de fondo. Según Paul McCartney arruinó por completo su “Let it Be”.
2 Semitono:
intervalo más corto entre dos notas musicales.
3 Octavas:
las escalas tienen como intervalo mayor el de séptima, luego se repetirán los sonidos ascendentes (más agudos) y descendentes (más graves). Por lo tanto las octavas son dos notas iguales en distinto registro, o sea a distancia de seis tonos, lo que forma una consonancia perfecta.
4 Contratiempo: se produce cuando las notas no caen a tierra sino que van exactamente en contra del pulso.
5 Clusters: palabra inglesa que designa un agregado sonoro que superpone generalmente semitonos o cuartos de tono, obrando como si fuera una única nota. Entre el acorde y el ruido, es un efecto buscado en la escritura orquestal desde los años cincuenta, aunque ya había sido utilizado en el piano desde un cuarto de siglo antes.
6 La escala menor, o modo eólico, tiene la característica de tener la tercer nota descendida un semitono con respecto a la escala mayor al igual que el sexto y séptimo grado. Su estructura es: 1 tono, 1 semitono, 2 tonos, 1 semitono y 2 tonos. Esta escala suena mucho más triste y oscura que la escala mayor.
7 Escala mayor, o modo jónico, su estructura es: 2 tonos, 1 semitono, 3 tonos y 1 semitono. Esto da como resultado una sonoridad alegre y brillante.
8 Modo griego, su estructura es: 1 tono, 1 semitono, 3 tonos, 1 semitono y 1 tono.
9 Las disonancias se producen por el choque armónico de dos o más notas a una distancia interválica de segunda mayor o menor, séptima mayor o menor y diferentes niveles de disonancias acústicas.
10 Groove se traduce habitualmente como enrolle o vacilación (groovy significaría, por tanto, enrrollante o vacilante) y se utiliza para definir ritmos negros con una cadencia especial, que induce a bailar de forma sensual, moviendo las cabezas y los hombros, más que la cabeza o los pies. La música con “groove” suele ser muy cálida, frente a otros ritmos más duros, fríos y cerebrales. Ejemplos de música con “groove” serían el funk, el hip-hop, el soul, los ritmos africanos, el trip-hop, el nu-house o el drum&bass.
11 Contracantos son segundas melodías, que funcionan sobre la melodía principal.
12 Modulación un tono ascendente: la melodía no se modifica, conserva sus mismos intervalos, sólo se transporta un tono más agudo.
13Armónicos: sonidos parciales que se superponen a un sonido fundamental (raíz). Como ejemplo, cuando se toca una cuerda de la guitarra en primer lugar vibra en toda su extensión, generando el denominado sonido fundamental o primer parcial. Luego la cuerda vibra en dos mitades, un tercio, un cuarto, etc, generándose de esa forma la denominada “serie de los armónicos”.
14Modo pentafónico: Escala formada por cinco notas. La particularidad de esta escala es que no tiene las notas sensibles, aquellas que generan tensión y que buscan su resolución en la nota de reposo, tónica. Ejemplo: en la escala de Do mayor sería: do-re-mi-sol-la.
15Pizzicato: Se genera, en este caso en la guitarra, al tapar las cuerdas con la mano cerca del puente, de esta manera se obtiene un sonido más percusivo.
16Cromatismo: Es cuando se tocan varias notas, tres o más, que se encuentran a una distancia de semitono, intervalo más corto entre dos notas.
17Comienzo de una obra a partir de la segunda mitad (o después del primer compás).
18Tres corcheas que entran en el tiempo de una negra, razón por la cual suenan “más rápido”.
19Power trío: típica formación de banda de rock instrumentada por batería, bajo y guitarra eléctrica.
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