De China a Angola. La relación de las pymes con el gobierno nacional – Verónica Baudino y Ariel Lusso

en El Aromo nº 70

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La relación de las pymes con el gobierno nacional
 
Si quiere saber por qué las corporaciones del pequeño capital apoyan al gobierno, lea este artículo. Se encontrará con un fenomenal derroche de recursos orquestado para sostenerlas. ¿Usted cree que de esta manera se relanzará la economía? Aquí le explicamos por qué no. Parece que a los representantes de las pymes no les alcanzó con 10 años de subsidios: dicen que para mantener la competitividad del sector hay que bajar salarios y recortarles los impuestos.
 
Verónica Baudino y Ariel Lusso
Grupo de Investigación sobre la Lucha de Clases en los ‘70
 
¿Cuál es el consenso del que goza el gobierno de Cristina entre los diferentes sectores de la burguesía? Que el gobierno exprese los intereses de la burguesía en general no implica que cada fracción o capa de la misma pueda identificarse con las medidas en materia de política económica implementadas. Por esta razón hace algunos números de El Aromo iniciamos un intento de reconstruir el mapa de alianzas actual de la burguesía nacional y sus relaciones con el gobierno. En este caso, nos ocuparemos de analizar las corporaciones que nuclean a las capas más pequeñas de la burguesía local: APYME, CAME y FEBA. Las mismas, junto a la CGE y CGERA, constituyen la base más fiel del gobierno, a fuerza de ingentes subsidios para paliar su falta de competitividad, poniendo de manifiesto la debilidad de la “reconstrucción” de la industria argentina.
 
 ¿Quiénes son?
 
CAME (Cámara Argentina de la Mediana Empresa) es liderada Osvaldo Cornide, un empresario de vasta trayectoria política, dirigente en los ‘70 de la Unión Comercial Argentina y militante destacado de la corporación golpista APEGE, que impulsó el lock out de febrero de 1976. En los ’90 apoyó al menemismo, luego a Duhalde y ahora a Kirchner [1]. Vinculado al comercio en la Ciudad de Buenos Aires, una de sus últimas batallas fue librada contra los “manteros” de calle Florida, acusados de “competencia desleal”. La corporación agrupa 1.422 Federaciones, Cámaras, Centros y Uniones Industriales y Comerciales de todo el país. Representa, además, a un conjunto de capitales agrarios en las llamadas “economías regionales”: fruticultores, olivicultores, citricultores, arroceros, vitivinícolas, arandaneros, tabacaleros, yerbateros, azucareros, algodoneros y nopaleros.
La federación más visible dentro de CAME es FEBA (Federación Económica de la Provincia de Buenos Aires). Raúl Lamacchia, representante de la Cámara de Comerciantes de Mar del Plata, la preside. El directorio cuenta entre sus miembros a Juan Uboldi, presidente de la Asociación de Industriales de la Provincia de Buenos Aires; Alberto Kahale, ex concejal duhaldista de Lomas de Zamora, ex diputado bonaerense durante la administración de Felipe Solá y actual vicepresidente de la Cámara de Comercio lomense; y Genaro García, presidente de la Unión del Comercio, la Industria y el Agro de Punta Alta (Bahía Blanca).
Por último, APYME (Asamblea de Pequeños y Medianos Empresarios) es la entidad empresaria vinculada al Banco Credicoop. Nacida en 1987, hoy tiene como principal vocero a Carlos Heller, diputado de “Nuevo Encuentro”, fuerza política aliada al gobierno, con muy buenas relaciones con la CTA Yasky. APYME se constituye por delegaciones conformadas por pequeños capitales industriales, cooperativas regionales, subcontratistas y proveedoras de servicios en la Ciudad de Buenos Aires, Bahía Blanca, Mendoza, Córdoba y Rosario. A su vez, articula una red para gestionar subsidios y créditos para la inversión en bienes de capital y facilita el acceso a programas de algunas provincias y Nación.
En suma, nuclean a lo que usualmente se denomina el universo pyme, pequeños capitales que no alcanzan la tasa media de ganancia, cuyo piso de supervivencia es la tasa de interés o inclusive el equivalente a un salario [2]. Son los menos competitivos del conjunto de capitales débiles argentinos, lo que los ata más que a otros capitales a una relación vital con el Estado para evitar su quebranto.
 
¿De qué lado están?
 
La batería de medidas de sostén al pequeño capital ensayadas por el gobierno explican el apoyo que este sector aún mantiene. Por un lado, la devaluación de 2002, que redujo los costos salariales en un 30%, aportando un gran alivio a capitales que, por su tamaño, no cuentan con la posibilidad de reducir costos por la vía de la implementación de maquinarias de punta, y basan su producción en un proceso mano de obra intensiva. Asimismo, la devaluación ha operado como barrera a las importaciones, protegiendo el mercado interno de competidores extranjeros. Hoy por hoy, agotados los efectos de esa medida, el gobierno repite la receta con una devaluación encubierta, controles de cambio y barreras aduaneras.
Por otro lado, el gobierno ha destinado vastas riquezas (producidas por los trabajadores) para sostener a este sector de la burguesía. La Secretaría PyME del Ministerio de Industria, ha sido el principal instrumento de promoción, otorgando créditos por 8.600 millones de pesos. El Fondo Productivo del Bicentenario constituyó otro mecanismo destacado de fomento a los pequeños capitales, que ha aprobado préstamos por 4.650 millones de pesos. A los subsidios otorgados mediante los mencionados organismos deben sumarse exenciones impositivas y otras transferencias provenientes de diferentes programas de fomento empresario [3].  
Los subsidios descriptos constituyen la base del apoyo de las corporaciones PYME al gobierno. No obstante, no son la única causa. La estatización de una parte de YPF fue celebrada por APYME en un comunicado de prensa en el que argumentaban que la entidad en cuestión “ha sostenido históricamente que se debe garantizar el abastecimiento interno”. La transferencia de riquezas operada mediante el subsidio de los precios de combustible es una inyección que ayuda a mitigar en parte los altos costos de producción, de ahí el entusiasta apoyo.
Las medidas de protección arancelaria implementadas recientemente también han sido muy bien recibidas por estas corporaciones. En junio de este año, ante el anuncio de la presidenta que disponía un gravamen a la importación de bienes de capital del 14% para aquellos que se produzcan en el país y del 2% para los que no, APYME festejó. “Estas medidas […] apuntan a proteger el trabajo y la industria nacional, neutralizando la competencia desleal frente a la oferta de países de extrazona y sosteniendo la competitividad del sector” [4].  
El dirigente de CAME, Osvaldo Cornide, también expresó su simpatía por la implementación de medidas proteccionistas. En el homenaje a Kirchner, llevado a cabo en su mausoleo, el empresario declaró que “las medidas de licencias no automáticas y de control de importaciones, que han merecido críticas de economistas que cuando ejercieron ellos el gobierno fundieron a la Argentina, han protegido la industria nacional” [5]. Es que en ausencia de este tipo de medidas, los pequeños capitales nacionales no podrían existir, dada su debilidad frente a la competencia extranjera. Ni en diez años de riqueza transferida y apropiada por ellos, los pequeños capitales han podido compensar su falta de competitividad. Por eso requieren que directamente se prohíba el ingreso de bienes extranjeros. Las medidas que permitirían compensar su falta de competitividad constituyen en todas las épocas el eje de la intervención de las corporaciones representantes del pequeño capital. Hoy no es diferente. Más allá del discurso oficialista, que se jacta de haber reconstruido la industrial nacional sobre bases sólidas, los reclamos por más protección crecen día a día.
En este sentido, CAME advirtió que el tipo de cambio está “desfasado” y en consecuencia, que el 57.5 % de las explotaciones de economías regionales está en problemas por la falta de rentabilidad. “El problema se presenta –advierten- en casi toda la zona extra pampeana, y ya afecta a 156 mil explotaciones agropecuarias del país donde trabajan más de 890 mil personas en forma permanente y transitoria”. Agregan que “el problema es la ampliación de la brecha entre los costos internos (combustibles, logística y política salarial, entre otros) y el tipo de cambio vigente para el productor-exportador, donde los precios de venta claramente no están cubriendo los costos de producción.” A esto se suma la queja por “el difícil acceso al crédito y una alta presión fiscal en la actividad que desploma la rentabilidad” [6]. Si, leyó bien: estos parásitos, que más de un trasnochado quiere presentar como el mejor amigo del obrero, se quejan de que pagan altos salarios y muchos impuestos. ¿Será así? No lo crea, busque y lea en qué condiciones trabajan los obreros del arándano o del ajo, exponentes típicos de estas “economías regionales” [7]. 
En esta línea, los empresarios agrarios de CAME, dirigidos por Raúl Robín y Pablo Vernengo, expresó su disconformidad con el curso de la economía: “en los últimos años hubo un fuerte incremento de costos internos, en especial el laboral, que dejaron fuera de competencia a estas actividades” [8]. Como dijimos, este sector depende especialmente de los bajos costos salariales con los que pueda contar para hacerse un lugar en el mercado. Al tratarse de una rama con alta composición de mano de obra, requieren, al contrario de lo que propagandizan los defensores de las pymes, salarios más bajos que la miseria que abonan. Para compensar los altos costos con los que producen pretenden todavía que se dispongan nuevas medidas en su beneficio, “relacionadas con los reintegros a la exportación, bajas en las retenciones, devoluciones de IVA -que a veces demoran hasta seis meses- y medidas arancelarias que mejoren el tipo de cambio”.
¿Usted quiere saber quién se beneficia de las medidas que le impiden conseguir los repuestos para arreglar el monitor de su computadora? ¿Se está preguntando a dónde va la plata que le quitan de su salario con el impuesto a las ganancias? ¿Se pregunta por qué con toda la plata que entra de la soja no alcanza para pagarles el 82% a los jubilados? Acá los tiene, estos son los beneficiarios del proteccionismo y los subsidios.
Dada su debilidad, este sector se ve compelido a reclamar protección, subsidios y bajos salarios so pena de sucumbir ante la competencia. Las diferentes políticas encaminadas por el gobierno en este sentido, no obstante las críticas antes mencionadas, mantienen atados los lazos con las corporaciones “PYME”. Sin embargo, la potencialidad de este sector de la burguesía para relanzar el capitalismo argentino y proveer bienestar al conjunto de la población es nula. Se expresa en el lugar en el concierto internacional que ocupan: de misiones comerciales para intentar abastecer el gran y competitivo mercado chino, a modestas excursiones para instalar sucursales de La Salada en el África. También en el conjunto de relaciones políticas que trazan. El desarrollo del capital ha dejado atrás las experiencias de la alianza burguesía-proletariado propia del peronismo del ‘45. Ni siquiera aspiran a replicar el modesto Pacto Social del 1973, que hoy intenta reflotar sin ningún éxito el gobierno. Esta fracción de la burguesía, que hoy apoya al gobierno, festejada como el paladín del desarrollo y las potencialidades locales, no es más que una expresión de la decadencia y la miseria capitalista.
 
NOTAS:
[1] Sanz Cerbino, Gonzalo: “Reciclados. Los empresarios golpistas de Macri y Cristina”, El Aromo, n° 69, 2012.
[2] Mussi, Emiliano: “El Reino de los pitufos”, El Aromo, n° 49, 2009.
[3] Rodríguez Cybulski, Viviana: “El botín de los pitufos”, El Aromo, n° 65, 2012.
[4] La Nación, 12/6/2012.
[5] La Nación, 3/9/2012.
[6] La Nación, 14/9/2012.
[7] Audisio, Nahuel: “La crisis y su impacto en los trabajadores del arándano”, El Aromo, n° 49, 2009; Egan, Julia: “Por las tierras de Cleto. Cooperativas y trabajo en negro en las cooperativas ajeras de Mendoza”, El Aromo, nº 55, 2010; Desalvo, Agustina: “Con la estaca en la mano. Condiciones de trabajo en el ajo mendocino”, El Aromo, nº 68, 2012.
[8] La Nación, 3/10/2012.

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