Miserias del feminismo académico

en El Aromo n° 27

Por Rosana López Rodríguez – Cuando se realiza el análisis de un personaje histórico, se debe tener en cuenta su posición política e ideológica en el contexto de su época; cuando se lo juzga, se lo debe entender como un representante de determinados intereses históricos de la clase a la que perteneció. Es imprescindible tener en cuenta también el momento de desarrollo por el que atraviesa esa clase.

Por otra parte, aun cuando la lucha contra la ideología patriarcal es valiosa, no cualquier forma de lucha nos lleva a las conclusiones correctas. Por ejemplo, la perspectiva según la cual cualquier cosa que haya hecho una mujer que le haya permitido trascender, está bien, deja a un lado la cuestión fundamental de que las sociedades de clase se mueven por intereses y necesidades de clase, por las luchas entre las clases en pugna. Las mujeres, habiendo entrado en la historia o no, son representantes de la clase a la que pertenecen. Por esta razón, lo importante es observar en qué medida han aceptado o rechazado los límites que su pertenencia de clase intenta imponerles; es decir, en qué medida, en tanto portadoras de un género, superan la política de su clase. Aquella que lo logra, se coloca en el campo de la lucha futura y, por ende, se vuelve pasible de reivindicación presente.

En el campo de la literatura argentina, se observa en los últimos años un esfuerzo por rescatar figuras de mujeres escritoras. El personaje que mayor interés y admiración ha despertado entre las feministas académicas es el de Juana Manuela Gorriti. ¿Cuál es la razón de esta reivindicación contemporánea por la comunidad académica feminista? Incógnita que se hace más interesante ante el olvido (y hasta la denostación) de personajes mucho más importantes, incluso en términos de política feminista, como el de Juana Manso. Veamos primero quién fue Juana Manuela Gorriti.

Una vida inventada

Una constante que recorre los trabajos sobre Gorriti es la aceptación de la leyenda que ella misma construyó de su vida: una mujer empobrecida por la lucha política por la independencia de la patria, una madre que sufre entre batallas permanentes la muerte de sus hijos, una escritora devota de su profesión, la titular de una vida personal audaz para la época, la feminista que defiende los derechos de la mujer, la mujer exitosa que se convierte en la primera escritora profesional y critica el arribismo y la hipocresía social. Este conjunto de virtudes esconde una realidad bastante más prosaica que la mayoría de sus estudiosas académicas ha preferido ignorar o no tomar en cuenta. Repasemos algunos de los hitos más importantes de su trayectoria.

Nació en 1816 en la provincia de Salta, mientras su padre se encontraba en el Congreso de Tucumán como diputado provincial. La guerra de emancipación dejó a los Gorriti sin la fortuna de los grandes invernadores de ganado y la posesión de tierras. Como consecuencia de las luchas políticas, debieron emigrar a Bolivia en 1831. Su tío canónigo, Juan Ignacio, había sido partidario de Moreno, conspirado contra Saavedra y acompañado a Belgrano en sus campañas. En Bolivia, los Gorriti no carecían de contactos ni de relaciones: otro de los tíos de Juana Manuela, Facundo Zuviría, fue uno de los personajes más influyentes del Altiplano. Juana Manuela se casó con Manuel Isidoro Belzú, militar y futuro presidente boliviano, con quien tuvo dos hijas. Si bien el hogar de la escritora era nómade, pues dependía de los logros militares de su esposo (cuyo ascenso político consolidó la nunca insegura existencia de Gorriti en Bolivia), las ciudades de Oruro, Sucre, Potosí y La Paz comenzaron a disfrutar de veladas intelectuales y reuniones sociales en la casa de la escritora que se harían famosas.

Se separó de Belzú y se instaló en Lima, donde publicó su novela La Quena como folletín. Cultivó allí la fama de escritora romántica, utilizando para ello su pasado supuestamente épico. Así, se convirtió en la niña mimada de la intelectualidad limeña e inició una nueva vida con otro personaje influyente: Julián Sandoval, comerciante y emparentado con la familia del general Orbegoso, quien fuera presidente del Perú. Con Sandoval tuvo dos nuevos hijos, Julio y Clorinda, en condiciones de cierta clandestinidad. Agregó con esto un renglón más a su fama de mujer independiente y liberal. Centro de la vida intelectual de la clase alta limeña, la escritora ensayó una velada crítica social al arribismo y la corrupción política en un Perú que gozaba del auge de la economía del guano.

Dos episodios más, la muerte de su ex esposo, para ese momento una leyenda viva de la política boliviana, y el papel dirigente que en ella jugaba su hija Edelmira, se sumaron a su participación como enfermera voluntaria en la batalla del Callao contra las tropas españolas en 1866. Juana Manuela corona con ello su fama de mujer de acción, sin dejar de disfrutar de un buen pasar y tener relaciones incluso con el gobierno mismo: Ricardo Palma, un participante de las veladas literarias organizadas por la escritora, era en ese momento funcionario del Ministerio de Guerra.

Deseosa de consolidar sus ingresos para una vida en la que nunca le faltó nada, y buscando también satisfacer su necesidad de reconocimiento como prócer de la patria, se trasladó en 1875 a Buenos Aires, porque sus amigos le habían comentado que Nicolás Avellaneda estaba dispuesto a otorgarle una pensión militar en calidad de hija del guerrero de la Independencia que había sido su padre. Siendo ella una desconocida en esta ciudad y dispuesta a ganar adhesiones para su causa, visitó a Juana Manso en su lecho de muerte. Manso, colaboradora de Sarmiento en la tarea de organizar la educación popular, y que había recibido los más virulentos ataques por sus ideas feministas y su militancia, aparecía como el mejor espaldarazo posible, ahora que se había transformado en un personaje influyente. Aunque la visita sólo había sido una necesidad “diplomática” de Gorriti, no ahorró hipocresía alguna: besó las manos de quien declaró “su maestra” y asistió a su frustrado entierro, el 26 de abril de 1875. Finalmente, no sólo obtuvo esa pensión, sino que el Congreso votó una ley especial en la que se le concedía el privilegio de cobrarla sin necesidad de residir en Buenos Aires. Concluida la tarea, regresó a Lima y reinició sus veladas.

Juana Manuela Gorriti murió en Buenos Aires el 6 de noviembre de 1892. Su vida mereció un final acorde a sus aspiraciones: “El gobierno nacional contribuyó con mil pesos para financiar su sepelio, que por esa razón fue suntuoso. El carro fúnebre tirado por tres yuntas de caballos rusos de crines hasta el pecho, asistido por palafreneros, cocheros y lacayos etíopes, iba seguido por un carruaje lleno de coronas. (…) Improvisó una oración fúnebre el poeta Carlos Guido Spano.”1

Un feminismo discutible

Además de las aventuras que entusiasman a más de una feminista académica, uno de los elementos clave de la reivindicación de su figura es su supuesto feminismo. Examinémoslo.

La preocupación por los derechos de la mujer en Juana Manuela se manifestaría en los artículos donde entusiasmaría a las mujeres a escribir. Se trataría de una defensa de la ilustración femenina, que le otorga a la mujer un lugar distinto al rol tradicionalmente asignado. Sin embargo, en Cocina ecléctica escribe: “El hogar es el santuario doméstico; su ara es el fogón; su sacerdotisa y guardián natural, la mujer. Ella, sólo ella, sabe inventar esas cosas exquisitas, que hacen de la mesa un encanto, y que dictaron a Brantôme el consejo dado a la princesa, que le preguntaba cómo haría para sujetar a su esposo al lado suyo: -Asidlo por la boca.” Arrepintiéndose de haberse dedicado a la literatura, recuerda a sus lectoras que vieron todos (los grandes hombres), a su lado, mujeres hacendosas y abnegadas que los mimaron, y fortificaron su mente con suculentos bocados, fruto de la ciencia más conveniente a la mujer.” En sus memorias, Juana Manuela insiste: lo imprescindible a toda mujer es “Buena mesa y buena cama.” En una entrevista otorgada al periódico El derecho de la mujer, afirma que el cimiento sobre el cual los derechos femeninos debieran construirse es la ilustración. Con este último elemento, la fórmula parece completarse: a los dos requisitos anteriores se le agrega la buena charla. Además, repite su idea de que alcanza para dominar el mundo con ocuparse del marido y de los hijos: “Todos saben bien que desde el fondo de su alcoba, lactando a su hijo y arreglando el banquete para el esposo, ordena la confección de las leyes y la caída de los imperios.”2 Abstraída de los desvelos de Manso sobre la educación popular, su demanda de “ilustración” no pasa de consejo de buena abuela burguesa a sus nietas (burguesas).

Ése es el feminismo de Juana Manuela, que no contiene ninguna audacia ni reclama para la mujer ningún lugar independiente. Incluso, las admiradas actitudes “independientes” en su vida personal, en aparente contradicción con las condiciones de la mujer del siglo XIX, no desentonan, en realidad, con la moral imperante en la sociedad limeña de la época, que soporta cualquier conducta privada que no implique un cuestionamiento de clase. Juana Manuela nunca fue molestada ni por su divorcio ni por su unión clandestina con Sandoval, pero bastó que una de sus amigas, Mercedes Cabello, publicara Blanca Sol, una novela de crítica social, para que todos los palos del Perú (incluyendo los de Gorriti) llovieran sobre su cabeza.

Una literatura más discutible aún

El otro punto que le ha valido el beneplácito de las feministas académicas es su éxito como escritora profesional. El momento culminante es la publicación de Oasis en la vida (1888), escrita a pedido de la compañía de seguros La Buenos Aires (que la entregaría como obsequio de fin de año a sus clientes). En La mujer romántica, Graciela Batticuore, una de las apologistas de Gorriti, afirma que en Oasis… la escritora logró poner en práctica su creencia en que “la literatura debe emanciparse de la política y (…) de toda connotación política explícita, para concretar (…) el éxito profesional.” Batticuore, que coincide con Gorriti en esta concepción apolítica de la literatura, no parece otorgarle mucha importancia a las condiciones que crean ese éxito. Por lo mismo, hace caso omiso de su significado ideológico, al juzgar positivamente una novela cuyo final feliz es toda una apología del capitalismo y que, además, desde el punto de vista estético es mediocre y plagada de “chivos”.

Miserias del feminismo académico 

Siempre rodeada de personajes (familiares o no) encumbrados política y socialmente, llevó una vida típica de su clase y construyó un mito en sus escritos de mujer itinerante que sufre como un modo de escaparle a cualquier posible crítica. Vivió con y de esas relaciones, obtuvo subsidios y pensiones. Hizo de la simulación una política, como en el caso mencionado de Juana Manso, y predicaba esa política de la simulación y la mentira tanto a su hijo como a sus colegas. A Mercedes Cabello le aconseja “no herir susceptibilidades, lisonjear, mentir”, para no “crearse enemigos”.3 A su hijo le recomienda: “amabilidad, cariño, bondad, generosidad, halago, todo esto debemos dar a manos llenas (…) pero confianza ni una gota.” Y “Procura amigos en todas partes, y evita todo aquello que pueda darte enemigos.” Éste es el ejemplo que las feministas académicas llaman a imitar.

¿En qué se fundamenta esta admiración extraña que desdeña al mismo tiempo a un personaje mucho más interesante para el feminismo como Juana Manso? Según su principal defensora, Graciela Batticuore, Juana Manuela, junto con Eduarda Mansilla y Mariquita Sánchez, habría abierto el camino para las que vinieron después. Alfonsina Storni, Victoria y Silvina Ocampo o Beatriz Guido y, se sobreentiende, las actuales feministas académicas, pudieron capitalizar sus éxitos gracias a la labor de estas pioneras. La conclusión lógica que se deduce para la lucha feminista actual es que las mujeres intelectuales debieran evitar la lucha política pública y frontal y refugiarse en la política de la resistencia en un discreto y subordinado segundo plano. No puede entenderse de otra manera el sospechoso silencio y, peor aún, el desprecio por Manso, verdadera adelantada de toda feminista moderna, incluso de las que profesan el socialismo.

Juana Manuela Gorriti no ha logrado hacer avanzar la conciencia de género porque no ha pensado esas cuestiones en términos de clase y representa el feminismo burgués de la diferencia que asume los lugares sociales establecidos para su género. Porque la mujer burguesa puede hacer uso en su favor del poder masculino de su clase al apropiarse del trabajo de los obreros y de las obreras. Ellas, en particular, no pueden soñar con ser ilustradas ni obtener subsidios estatales (como no sea estrictamente para sobrevivir y sólo a través de una ardua lucha). El feminismo académico actual, cuando se pretende desgajado de la acción, asume simpatías políticas por personajes que no representan siquiera lo más avanzado de su clase. Mucho menos, un modelo posible para las mujeres llamadas hoy a ser las superadoras de una sociedad que las oprime y explota.


Notas

1 Dato tomado de la biografía de Gorriti escrita por Nora Efrón, Juana Gorriti, Sudamericana, Buenos Aires, 1998, p.212.

Tomado de Lo íntimo, diario personal de Gorriti.

Estas citas de Gorriti están tomadas de su diario personal.

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