¿Un peronista para el Tío Sam? La estrategia de la administración Trump

en Revista RyR n˚ 30

Por Nadia Bustos – La llegada de Trump a la presidencia norteamericana expresa y profundiza una crisis política creciente en los EE.UU. y en la política mundial. La base de su política son los capitales más chicos, a los que busca beneficiar con un programa bonapartista. Sin embargo, esto no quiere decir que el programa es implementado de forma directa en el conjunto del régimen político.


La llegada de Trump a la presidencia norteamericana expresa y profundiza una crisis política creciente en los EE.UU. y en la política mundial. La base de su política son los capitales más chicos, a los que busca beneficiar con un programa bonapartista. Sin embargo, esto no quiere decir que el programa es implementado de forma directa en el conjunto del régimen político. La lucha de fuerzas al interior del gobierno generó resistencias que obligaron a la administración realizar un viraje en sus proyectos. De esta manera, lejos de tratarse de un accionar errático o poco claro, el accionar de la administración Trump obedece más bien, a la imposibilidad de imponer su programa. La aparición de una crisis del conjunto del régimen político, depende de la intervención de la clase obrera y la profundización de la crisis al interior del gobierno. Se hace necesario, entonces, un balance de la estrategia de Trump. Para ello, debemos examinar su política interior y exterior, prestando especial atención a la correlación de fuerzas a nivel mundial en el que interviene la nueva administración.

En este sentido, establecer una correcta caracterización de su programa y estrategia no solo nos prepara para lo que viene, sino que además nos permite entender el grado de avance de la crisis en las filas del enemigo. La pregunta no es solo qué representa la nueva administración y cuál es la estrategia actual del imperialismo norteamericano, sino en qué medida la izquierda comprende el fenómeno.

La llegada a la presidencia de un candidato por fuera del núcleo duro de los partidos sorprendió a varios analistas. Sin embargo, existe un cierto consenso respecto a su aparición en el marco de un descontento generalizado de la clase obrera norteamericana. Una expresión de ello fue el número de votos obtenidos por el demócrata Bernie Sanders, el candidato “socialista”, frente a Hilary Clinton.

Dentro de la izquierda internacional, el debate se ha restringido a dilucidar si Trump es fascista o no. Chomsky afirma que la popularidad de Trump obedece al miedo y es el resultado de una sociedad quebrada por el neoliberalismo.1 En su perspectiva, el nuevo presidente expresa un desprecio de la población hacia las instituciones políticas, pero no debería ser considerado un fascista, sino que posee características autoritarias, propias de su “egocentrismo”.2

Dylan Riley también discute la idea de “fascismo” en Trump. Advierte que, en realidad, representa una tendencia “neobonapartista”, una expresión de la crisis de liderazgo de la clase dirigente. Esto produce la desintegración de los vínculos políticos, abriendo la posibilidad de surgimiento a figuras carismáticas o religiosas.3

Megan Trudell tampoco acuerda con la caracterización de “fascista” y afirma que estamos frente a un “reaccionario demagógico”4, síntoma de la desorientación de la clase dominante estadounidense frente a la crisis. También sostiene que, en los hechos, Trump no rompe con la tradición conservadora que ya estaba presente en Reagan, Bush padre y Bush hijo.

James Petras, por su parte, afirma que Trump pertenece a una combinación de derecha populista5, que busca utilizar el poder militar para mejorar el mercado laboral interno y conseguir el respaldo de las masas para realizar intervenciones económicas en el extranjero.6 Trump sería la expresión de un «nuevo imperialismo social» que se opone al imperialismo clásico.

En general, estos análisis reconocen la crisis política de la que emerge, pero se concentran demasiado en la figura y la ideología de Trump, en lugar de pensar en las fuerzas que encarna: la escasa posibilidad que existe para una experiencia fascista en EE.UU. no tiene que ver con las ideas más o menos reaccionarias de Trump, ni siquiera con su apelación a una base social propia, sino con la inexistencia de una amenaza revolucionaria.

Dentro de la izquierda argentina, el mayor problema aparece al momento de caracterizar el programa político que encarna Trump. El PTS ubica el triunfo de Trump en el marco de una crisis orgánica que se desarrolla, desde 2008, en las principales potencias mundiales. Esto habría hecho que la tendencia al nacionalismo o proteccionismo se convirtiese una constante en diversos gobiernos. El sentido estricto, el programa de Trump es caracterizado como un “bonapartismo autoritario” con “elementos fascistas”.7 Cinatti agrega como uno de los motivos de la victoria, la pérdida de liderazgo internacional de Estados Unidos.8 Sin embargo, el avance del gobierno de Trump, obligó a modificar esta caracterización. Es así que Cinatti señala que, en realidad, estamos frente a un bonapartismo débil, ya que no logra construir un consenso interno.9

El Partido Obrero adoptó diversas caracterizaciones a medida que Trump desarrollaba su política. Primero, afirmaron que se trataba de la victoria de “una camarilla y un caudillo”10 con un programa proteccionista y el nacionalista. En ese mismo comunicado, Altamira sostiene que Trump representa “una reacción defensiva del aparato de represión, incluida la Justicia, ante la elección de autoridades municipales progresistas, migrantes o negras, y ante la movilización creciente de estos sectores”. Sin embargo, no muestra ninguna prueba de esto último.

A nivel mundial, estaríamos frente a un antagonismo entre economía mundial y estados nacionales, por eso es que varios países adoptan el “trumpismo” para protegerse. En este marco, Trump profundizaría la disputa, presionando a otros países para que ofrezcan mejores condiciones a las inversiones norteamericanas.11 Pero, si profundiza la disputa, entonces no es “defensivo”.

El punto interesante viene al analizar el carácter de la crisis. Según Heller, la victoria de Trump expresa la exacerbación de tendencias políticas preexistentes. Ya no se trataría de una crisis de representación, sino de una crisis del conjunto del régimen político. Es decir, la irrupción de Trump es el punto culminante de un derrumbe general de las instituciones y los partidos.12 El problema de esta perspectiva es que no aparece verificada en los hechos. Si las instituciones y los partidos hubiesen sido derrumbados, no estarían oponiendo serios obstáculos a Trump, que debe negociar con ellos. Heller parece confundir aquello que aparece como una potencialidad (la crisis de régimen) con su desenlace (el derrumbe de las instituciones).

Finalmente, en ese mismo documento, la administración de Trump aparece caracterizada como bonapartista, simplemente por el intento de establecer un “poder personal”.13 En  primer lugar, se confunde el síntoma con la enfermedad. Si hay un bonapartismo, se debe aludir qué tipo de equilibrio lo permite. Es decir, qué clases y fracciones de clases se ubican en uno y otro término de la ecuación de fuerzas. O Heller está afirmando que la clase obrera logró un desarrollo tal que pone a la burguesía a la defensiva o cree que el bonapartismo es solo una cuestión de formas. Una cosa es que Trump corporice un programa bonapartista y otra, muy diferente, es que logre transformar al conjunto del régimen político en ese sentido.

Izquierda Socialista (IS), por su parte, se ocupa de señalar la existencia de una crisis política generalizada, pero mantiene una caracterización superficial basada en calificativos como “derechista, misógino y racista”.14 El mismo problema aparece al intentar caracterizar las alianzas internacionales de la nueva administración. Bajo esta óptica, para IS no habría habido modificaciones respecto a la política exterior de Obama, ya que el imperialismo lleva adelante un “acuerdo contrarrevolucionario entre Estados Unidos, Rusia, China, la Unión Europea”, con lo cual hace caso omiso a las alianzas secretas (y no tanto) con Rusia y los enfrentamientos con Alemania y China.15

Tenemos, por lo tanto, un escenario de una aproximación acertada y de una confusión generalizada. ¿Cómo develar el “misterio” Trump y reconstruir su verdadera estrategia? En primer lugar, analizar su ascenso, la base social con la que contó y a la que intenta darle una dirección. En segundo, analizar la configuración de fuerzas que se desarrollan en la política interna y externa de la administración Trump. Eso nos lleva, indefectiblemente, al análisis concreto.

El tortuoso ascenso

Uno de los datos más interesantes de la elección que lleva a Donald al poder aparece al observar el porcentaje de participación electoral. Se estima que para las elecciones presidenciales, solo el 57% de la población con capacidad de votar se presentó. El porcentaje es similar al de las elecciones presidenciales de 2012, donde la asistencia no superó el 58%, y algo menor al del 2008, donde se registra el pico más alto de participación de la década (61%).16 En efecto, luego de tocar el piso del 51,4% de participación en 1996, las elecciones posteriores mostraron un crecimiento de la participación, tanto en el 2000 (54,2%) y 2004 (60,1%). Sin embargo, si observamos esta tendencia en perspectiva histórica, podemos afirmar que se trata de un crecimiento relativo, ya que nunca se logró recuperar el pico de participación histórica de 1960 con el 81,8% votantes. Esta tendencia nos muestra un rechazo creciente hacia el régimen político, que no logra revertirse.17

Este rechazo, tiene su anclaje en la situación general en la que se encuentra sumergida la clase trabajadora norteamericana. A pesar de que Estados Unidos logró disminuir su tasa de desocupación al 4,3%18, el salario no logra recuperarse luego de la caída ocurrida durante  1980 y 1990.19 Trump fue a las elecciones con un programa de protección a los capitales nacionales y, por lo tanto, una promesa  de aumentar el empleo. La imagen rupturista le permitió imponerse en las internas a candidatos del establishment republicano, primero Jeb Bush, y luego Marco Rubio. Esto extendió la crisis al interior del partido, ya que Trump no solo no era visto como un candidato viable y, sino que además se lo consideraba difícil de controlar.

Las elecciones presidenciales de noviembre fueron muy ajustadas. Hillary Clinton obtuvo el 47,67% de los votos, mientras que Trump el 47,49%. Sin embargo, dado que la elección es indirecta, no gana quién obtiene más votos sino más electores. Así, la victoria en distritos con muchos electores, tales como California (55), Texas (38), Florida (29), Pensilvania (20), Illinois (20), Ohio (18) es fundamental. Finalmente, Trump obtuvo 305 electores, contra 233 de Hillary.20

Varios analistas señalan que Trump ganó en los estados del rustbelt o cordón industrial, región donde estaban ubicadas las principales industrias del país.21 Este apoyo es real, sin embargo, Trump también ganó en los estados con desocupación más alta. Estos son Alabama (4,9% de desocupación), Alaska (6,1%), Arizona (5,1 %), Carolina Del Norte (4,5%), Carolina Del Sur (4,1%), Florida (4,3%), Georgia (4,9%), Kentucky (5%), Luisiana (5,7%), Mississippi (4.9%), Ohio (4,9%), Oklahoma (4,3%), Pensilvania (5%), Tennessee (4%), Texas (4,8%), Virginia Occidental (4,5%) y Wyoming (4,1%)22.

Otro elemento que permitió la aparición de Trump es el acenso de los superPACs. Se trata de asociaciones independientes encargadas de recaudar dinero de forma ilimitada para algunos candidatos. La libertad de recaudación, abre un espectro ilimitado de inversiones para que las distintas fracciones burguesas intervengan en la campaña. De hecho, algunas investigaciones señalan que para febrero de 2016, el 41% del dinero aportado por estas asociaciones, provenía de 50 mega-donantes y sus familiares.23

No hay dudas que lo más se destacado de la campaña de Trump fue la capacidad para encauzar el descontento de una fracción de la clase obrera y profundizar su fragmentación. De hecho su campaña adquirió popularidad por su xenofobia, racismo y machismo. Bajo la promesa de deportaciones masivas, la construcción de un muro en la frontera con México y persecución de musulmanes,  logró encolumnar a la conciencia más retrasada dentro del proletariado. La pregunta que sigue es, bajo qué programa se dirige a esta fracción de la clase.

En defensa de los más pequeños

Una vez en el gobierno, la implementación de los proyectos de Trump encontró varios frentes de resistencia. En el plano económico, uno de los ejes centrales era la protección de ciertas industrias en crisis y beneficios para las empresas que retornasen al país. Para ello desarrolló, en un principio, acuerdos específicos con empresas como Carrier, Ford y Rexnord e impulsó la salida de Estados Unidos de acuerdos de libre comercio, como el Tratado Trans Pacífico. Sin embargo, la viabilidad del programa dependía de cambios más profundos.

Así surge el “ajuste fronterizo” una serie de reformas tendientes a gravar las importaciones de manufacturas.24 La presentación del proyecto en la cámara desató los enfrentamientos entre las distintas fracciones de la burguesía norteamericana. El problema es que las medidas implican un aumento de costos para los comercios dedicados al retail y al comercio minorista. Entre las empresas más grandes de estos rubros se encuentran AutoZone, Walmart, Target, BestBuy, Nike y Gap. Además, afecta a los comercios pequeños. La pelea en el Congreso se expresó a través del enfrentamiento entre dos importantes lobbys. Por un lado, los comerciantes representados por la National Retail Federation (NRF)25 y la Asociación de Comercio al Por Menor (RILA, en inglés)26. Estos crearon una coalición, Americans for Affordable Products, que se dedica a operar en el Congreso. Por otro lado, el lobby “Made in América” que se compone de exportadores como Dow Chemical, General Electric, Boeing, Caterpillar y Pfizer27. Los importadores cuentan con el apoyo de varios senadores republicanos, como Mike Rounds, David Perdue, Orrin Hatch, John Cornyn,  Rand Paul y Lindsey Graham. El lobby exportador, por su parte, tiene de su lado a los republicanos Kevin Brady, Paul Ryan y Kevin McCarthy28. Así, el proyecto quedó paralizado.

También generó muchas controversias la imposición de nuevas restricciones a la importación de acero para proteger la industria nacional. El lobby de las compañías metalúrgicas presionó para implementar una tarifa amplia cercana al 25% para la importación de estos productos, mientras que algunos sectores del gobierno llaman a una moderación. Entre los moderados se encuentra Gary Cohn, quién promueve un sistema de cuotas. El problema de fondo es que la medida afecta las relaciones con varios países que aliados. Fundamentalmente, Canadá, México, Brasil, Corea del Sur y Alemania29.

Trump tenía en claro que su programa económico implicaba una reforma impositiva. Su objetivo era llevar adelante una reducción de tasa corporativa30 del 35 al 15%31. En cuanto a los trabajadores, se proponía reducir las siete categorías de aportes (10% solteros, 15% casados con una sola declaración de impuestos, 25% casados con dos declaraciones de impuestos, 28% cabezas de familia, y 33%, 35%, 39,6% para los ingresos más altos) a tres. Esta es la legislación más controvertida, porque afecta diversos sectores de la economía norteamericana como bancos, financieras y retail.32 Es por este motivo, que varias cámaras patronales pusieron a sus lobbies a trabajar en el comité de tributaciones y los republicanos aún no pudieron llegar a un acuerdo sobre el proyecto.

Entre las promesas de campaña se encontraba la derogación del Obamacare o la Ley de Protección al Paciente y Cuidado de Salud Asequible. Recordemos que se trataba de un programa elaborado por la administración de Obama en 2010, que obliga a todos los trabajadores a adquirir de forma obligatoria un seguro médico o someterse a multas del 1% sobre sus propios ingresos, entre otras cosas. Se trataba de una embestida contra el bolsillo de los trabajadores que apuntaba a llenar las arcas de las empresas de salud. Aun así, los republicanos se opusieron por los gastos que acarreaba el desarrollo del proyecto para el estado. Los principales promotores de la derogación fueron Paul Ryan y Lamar Alexander, quién preside el Comité de Salud, Educación, Trabajo y Pensiones del Senado33. Mientras que Mike Lee, Ted Cruz y Rand Paul pidieron mantener el programa y realizar algunas reformas.

El principal problema que presenta la derogación del Obamacare, es que los republicanos deberían lidiar con 22 millones de personas que pueden perder su seguro médico, en caso de que el programa se disuelva. Por este motivo, el líder de la mayoría del senado, Mitch McConnell, intentó ingresar bajo la Regla XIV de la Constitución, la legislación directamente a votación, sin pasar por los comités.34

La Reserva Federal (Fed) es otro de los focos de conflicto. La principal función de la entidad es decidir sobre la política monetaria. Uno de los principales intereses de la nueva administración, es la derogación de la ley Dodd-Frank implementada luego de la crisis del 2008 para regular las operaciones bancarias. Esto permite liberar la emisión de créditos e impulsar a los bancos más pequeños y medianos.

Los principales impulsores de la medida son Paul Ryan y Jeb Hensarling, director del Comité de Servicios Financieros de la cámara de representantes.35 Dentro de la Fed, la administración cuenta con el apoyo de Stanley Fischer, vicepresidente de la entidad, Eric Rosengren, (Fed Boston), James Bullard (Fed St. Luis), Loretta J. Mester (Fed Cleveland) y Esther L. George (Fed Kansas). Sin embargo, los republicanos tardaron en ponerse de acuerdo. Uno de los principales punto de discusión fue la reglamentación que impide que los bancos graven con cargos adicionales las compras con tarjetas de débito, la cual afecta a comercios minoristas. Los republicanos David Young y Dennis Ross fueron la principal oposición dentro del partido. A éstos se sumaron Janet Yellen, presidenta de la FED36 y varios miembros del Partido Demócrata. Finalmente, el proyecto de derogación fue aprobado el 8 de junio por la Cámara de Representantes y pasó al Senado. En esta instancia, para que el proyecto sea aprobado, es necesario además del apoyo republicano, el de algunos demócratas.

Otra de las medidas necesarias era la salida del acuerdo NAFTA de libre comercio. El proyecto estaba impulsado por Steve Bannon y el consejero comercial Peter Navarro. Sin embargo, la idea no fue bienvenida en el resto del gobierno. El Secretario de Comercio (Wilbur Ross), el de Agricultura (Sonny Perdue), el de Estado (Rex Tillerson) y el propio yerno de Trump, Jared Kushner, intercedieron para que cambie de idea.37 Detrás de ellos estaba la presión de la cámara de comercio y diversos sectores agrícolas.

Algo similar ocurrió respecto a la retirada los Acuerdos sobre el Cambio Climático firmados por la administración de Obama en París. Se trata de un acuerdo entre 195 países para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.38 También implica que los países desarrollados ofrecen ayuda financiera a los países en vías de desarrollo para la incorporación de nuevas tecnologías que reduzcan la emisión.

Trump siguió la línea de Bannon y Scott Pruitt, el administrador de la Agencia de Protección Ambiental de retirarse del acuerdo. Detrás de ellos estaba la presión de los lobbies vinculados a la industria del carbón y medianos capitales manufactureros. Entre ellos se encontraban Cloud Peak Energy Inc, Arch Coal, Peabody Energy Corp y National Association of Manufacturers.39 Mientras tanto, Rex Tillerson; Gary D. Cohn, director del Consejo Económico Nacional, y Jared Kushner, recomendaban quedarse. A ellos se sumaron los capitales más concentrados: Apple, Intel, Morgan Stanley, Unilever, Ingersoll Rand, Uber, Tesla, Disney, HP, Cargill, General Electric, Nike, Goldman Sachs y varias petroleras.40

Esta disputa tiene dos aristas. Por un lado, la incorporación de nuevas tecnologías que permitan la captura de las emisiones de carbón. Se trata de tecnologías costosas y difíciles de incorporar. Sin embargo, los capitales más concentrados, que ya comenzaron con las adecuaciones, pueden hacerlo de forma más rápida que los pequeños y medianos. Por otro lado, la utilización de energías alternativas. Es aquí donde Exxon Mobile y Cononoco Phillips entran en juego, ya que poseen inversiones en esta rama, tales como los biocombustibles, energía eólica y solar.41

La Justicia es otro foco de conflicto y de resistencia. El Juez Federal, James Robart, aliado al Procurador General de Washington, Bob Ferguson, dejó sin efecto el decreto que limitaba el ingreso de ciudadanos de siete estados árabes a los EE.UU. Ferguson ya había presentado una demanda para bloquear las disposiciones claves de la orden.42

Trump cuenta con diversos apoyos, aunque una parte de los republicanos reniega de la radicalidad de su programa y apunta a disciplinarlo. Una de las herramientas que emplean con este fin es el russiagate. Es decir, el conflicto por la posible injerencia rusa en la campaña presidencial y los vínculos que el personal de Trump mantuvo con diplomáticos rusos. Así, el partido republicano también aparece sumergido en una crisis profunda.

Esta disputa ha llegado al interior del clan presidencial, donde también es posible distinguir algunas fisuras. Por un lado, una fracción liderada por su yerno Jared Kushner y otra por su asesor, Steve Bannon.43 Se trata de las dos personas más importantes dentro del equipo de Trump y los miembros más poderosos del ala oeste. Bannon es conocido por sus ideas de derecha radical, xenofobia y nacionalismo extremo. Hasta abril, participó del Consejo Nacional de Seguridad y era el principal impulsor de las limitaciones a la inmigración.

Kushner, por su parte, tiene una perspectiva moderada y alineada a varios miembros del partido, como Tillerson y Cohn. Es el responsable de la reorganización del gobierno mediante un organismo desarrollado específicamente para tal fin: House Office of American Innovation. Luego de que se dieran a conocer los ataques con armas químicas en Siria, Bannon fue removido del Consejo de Seguridad por expreso pedido de Trump. Así, Kushner tomó la delantera comenzó a dirigir las relaciones con Medio Oriente y el rediseño de los acuerdos en política exterior.44 La estrategia de Trump es entonces, la defensa de los capitales pequeños y medianos frente a la crisis. Lejos de una gran “ofensiva”, es un planteo conservador para capitales menos eficientes que demandará una serie de compensaciones que saldrán del bolsillo de la propia clase obrera. 

Los nuevos enemigos

Los escándalos vinculados al russiagate, tienen de fondo la redefinición de las relaciones con el gobierno de Putin. Durante la administración de Obama, los principales frentes de disputa entre ambos países fueron Siria y Ucrania. Trump reconoce la derrota de la estrategia planteada por Obama en cada frente y apunta a negociar. Esto implica necesariamente un acercamiento hacia los rusos, el cual sería muy resistido dentro del propio partido. Es así que buscó desarrollar vías de comunicación lejos de los canales oficiales.45 De esta manera, uno de los objetivos de la reunión de Kushner con el embajador ruso Sergey Kislyak, era abrir un canal directo con Moscú para resolver el problema sirio.46

Las filtraciones respecto al russiagate muestran además, que Andrey Artemenko, un miembro del parlamento de Ucrania, se reunió en el mes de enero con Michael Cohen, abogado de Trump, y el empresario Felix Sater en Nueva York. El objetivo de la reunión era establecer un plan de paz para Rusia y Ucrania. La propuesta era levantar las sanciones a Rusia y permitir que se quede con Crimea a cambio de que Moscú retire el apoyo a los separatistas ucranianos.47

En el mes de abril, un ataque con armas químicas en el territorio sirio motivó una nueva intervención norteamericana, esta vez, dirigida hacia la base aérea del régimen de Assad. Algunos analistas retrataron esto como un viraje dentro de la política de Trump.48 Sin embargo, es claro que se trató de un acto para descomprimir la oposición interna.49

¿Cuál es la importancia de Rusia en el conflicto? Rusia interviene en la guerra de Siria desde el año 2015, con el objetivo de pertrechar a Assad frente a los bombardeos estadounidenses. La intervención permitió consolidar el control del régimen en diversas regiones y comenzar la avanzada sobre los territorios rebeldes. También logró que el régimen participe en las negociaciones de paz llevadas adelante en Ginebra. Hoy, gozan del control de una porción importante del territorio sirio y están avanzando sobre las ciudades rebeldes. En su momento, la llegada de Trump implicó un retiro de los norteamericanos de las negociaciones de Ginebra, lo que le permitió a Putin y Turquía hegemonizar parte del proceso e imponer su perspectiva.

Existen diversas propuestas para una posible solución del conflicto sirio. Rusia presentó un proyecto de constitución que implica un estado laico y, por lo tanto, el fin de la ley islámica como fuente principal de legislación. Además, propuso un Estado descentralizado, donde cada región mantiene una autonomía dentro de una estructura federal controlada por Assad. Allí establece períodos de gobierno de cuatro años sin reelección.50

En la discusión sobre la situación en Siria del Comité de asuntos exteriores del Congreso, las propuestas de los principales intelectuales se focalizaron en dividir el territorio en regiones controladas por el régimen, los rebeldes y el ISIS para establecer gobiernos locales. Esto es dejar a Rusia e Irán pertrechar a Assad, mientras que se crean “zonas seguras” (militarizadas) en las otras regiones para balancear el poder. Se trata de una solución similar a la que ya utilizaron en Irak y Afganistán, que ya quedó demostrado no permite una salida viable. La imposibilidad de unificar intereses conlleva a una balcanización del territorio y un enfrentamiento constante entre los distintos bandos intervinientes.51

En lo que respecta a Medio Oriente, la gestión de Trump realizó un viraje respecto a las alianzas tejidas por Obama. En primer lugar, se produjo un alejamiento de Irán a partir de la imposición de nuevas sanciones. Luego, abandonó a la solución de dos estados para el problema Palestino. Este era uno de los reclamos principales que Israel había hecho a la administración de Obama en reiteradas oportunidades sin obtener respuesta favorable.52

Otro de los indicadores del nuevo rumbo del gobierno reside en la caracterización de terrorista a la Hermandad Musulmana.53 Esto beneficia directamente al presidente egipcio Abdelfatah Al-Sisi, ya que le permite perseguir a la oposición más importante del país. También recompuso la relación con Arabia Saudita, mediante la firma de nuevos acuerdos comerciales. Esto permitió  impulsar a la ruptura de los Estados del Golfo con Qatar, aliado de Irán.

Trump se orienta hacia un paulatino abandono de la alianza con el conjunto del nacionalismo árabe para trabajar con los sectores más duros y tradicionalmente aliados como Israel, Arabia Saudita y Egipto. Más importante aún, Trump decidió finalizar una de las alianzas más importantes de Estados Unidos, forjada en la posguerra, aquella que lo vinculaba con la Unión Europea. La explicación es simple: el crecimiento de la productividad alemana en diversas ramas y el proteccionismo de Trump no son compatibles.

La rivalidad entre EE.UU. y Alemania tiene por eje la crisis de la industria automotriz. En especial, la norteamericana. Mientras Estados Unidos produce fundamentalmente para el mercado interno, Alemania exporta casi toda su producción. Gran parte de la producción germana se dirige, justamente, a Estados Unidos. Ahora bien, en los últimos diez años, la productividad de la industria germana fue reduciendo la brecha de productividad que tenía con su competidor. Por ejemplo, en 2013 el producto bruto por hora trabajada en Estados Unidos era de 62 dólares, mientras que Alemania se encontraba en los 58 dólares. En 2015 la productividad estadounidense se mantuvo igual, mientras que la alemana trepó a los 59.54 A esto se suma la competencia en la industria siderúrgica y química.55

En virtud de las alianzas políticas históricas desde la posguerra, EE.UU. eludía cualquier ataque frontal a sus aliados políticos, pero rivales económicos. Debido a la crisis, Trump decidió tomar el toro por las astas. Esto implica una política más agresiva hacia la Unión Europea. En este contexto, Trump festejó el Brexit y apuntó a negociar acuerdos bilaterales con el Reino Unido.56 El Brexit, le permite a Estados Unidos reforzar su alianza con Gran Bretaña, al tiempo que la aleja de la influencia de la Unión Europea. La OTAN es otro punto en discordia. Trump amenaza constantemente que abandonará la entidad, si los países de la Unión Europea no cumplen con aportes monetarios pautados.57

China parecía ser el enemigo número uno de la nueva gestión. La denuncia sobre la manipulación de la moneda y los ataques a la industria norteamericana se orientaban en este sentido. Incluso, desató un conflicto diplomático con la recepción de una llamada del presidente taiwanés. Esto implicaba un reconocimiento no solo de Tsai Ing-wen como su par en Taiwán, sino de un Estado que, aún hoy, China reclama como parte de su territorio. A pesar de este episodio que tensó las relaciones, los primeros meses de gobierno de Trump mostraron una intención de suavizar el vínculo con China.

China es uno de los principales destinos de los productos agrícolas estadounidenses. Para lograr que la cuota de compra se mantenga es necesario mantener buenas relaciones. La salida del Tratado Trans Pacífico (TTP) es un guiño en este sentido.58 El acuerdo de libre comercio fue desarrollado por Obama para debilitar la economía asiática. La salida de Estados Unidos del acuerdo no obedece únicamente a una estrategia proteccionista a nivel interno, sino también a la necesidad de recomponer lazos en el exterior. La buena relación con China le sirve a Trump para disciplinar a Corea del Norte. Recientemente logró que Pekín se alinee a las sanciones de Naciones Unidas en lo referente al programa nuclear norcoreano y que suspenda todas las importaciones de carbón provenientes de ese país.59

Conclusiones

Trump representa una alianza liderada por los capitales más chicos, amenazados por la crisis económica. Esto posterga la solución de la misma, ya que con las medidas impulsadas estos capitales obtienen un paliativo temporal que les permite sobrevivir a pesar de poseer una productividad decreciente. Todas estas medidas proteccionistas saldrán de las arcas del Estado, es decir, de los propios trabajadores.

En el plano internacional, la estrategia de Trump expresa un repliegue defensivo en términos militares y demanda una reformulación de las alianzas internacionales. En lugar de liderar la OTAN contra el eje China-Rusia, pretende abandonar a sus aliados “naturales” en Europa occidental (de allí el apoyo al Brexit) y pactar un retroceso.

En el caso de Medio Oriente, esto implica reconocer la derrota de la estrategia norteamericana en Siria y Afganistán. Es por este motivo que deja avanzar a Rusia con su propuesta de división del territorio, así implique ceder en las sanciones con Ucrania. Además, se orienta hacia un abandono de la alianza con el conjunto de burguesías locales árabes (y en forma concomitante una reducción de los gastos que ocasionaba sostener estas economías), para trabajar sólo con las más leales, cuyos Estados son costeados casi íntegramente por EE.UU., como Israel y Arabia Saudita.60

Esa orientación se complementa con un cambio en el enfrentamiento económico: ahora el objetivo es Alemania. Por eso, el intento de renunciar a la OTAN y de sacar a la mayor cantidad de países de la UE, mientras se pacta con Rusia, de franca enemistad con el país teutón. El problema con todo esto es que, en realidad, ya no estamos ante un mundo bipolar (EE.UU.-China), sino que ahora hay un tercer actor en juego, Alemania, que fuerza a un juego a tres bandas. Es decir, obliga a ciertos zigzagueos.

En cualquier caso, estamos hablando de la estrategia de Trump, pero no de toda la burguesía norteamericana. Así como observamos una iniciativa en un sentido “defensivo” con Rusia-China y de enfrentamiento con Alemania, también encontramos presiones en el sentido contrario dentro del propio gobierno.  Si no se tiene en cuenta este diagrama de fuerzas, no puede comprenderse las idas y vueltas de la administración, los escándalos con el FBI y la CIA y el impeachment al que se intenta someter al presidente. No es extraño que, en la medida que las fuerzas se anulen mutuamente, la política exterior parezca “incoherente” y su poca eficacia profundice la crisis. En caso de que esta tome una envergadura importante, Trump podrá imponer un cambio de régimen en un sentido bonapartista. Tendrá entonces vía libre para poder estar a la altura de Roosevelt, o terminar como Kennedy.


Notas

1Huffington Post, 17/03/2017.

2Democracy Now, 4/05/2017.

3Riley, D.: “¿Brumario Estadounidense?”, en New Left Review, nº 103.

4Trudell, M.: “Donald Trump: A balance sheet”, en International Socialism, nº 154.

5Marcha, 14/11/2016.

6Petras, J.: “La creciente oleada de militarismo estadounidense en el S. XXI”, disponible en https://goo.gl/OxhTjq.

7Cinatti, C.: “Trump: la caída del relato neoliberal”, en Ideas de Izquierda, N°35.

8La Izquierda diario, 13/12/2016, disponible en https://goo.gl/b2NPoi.

9La Izquierda diario, 21/02/2016

10Prensa Obrera, 2/06/2016, disponible en https://goo.gl/VCW9LK.

11Prensa Obrera, 9/11/2016, disponible en https://goo.gl/8ZegTG.

12Heller, Pablo: “La situación mundial después de la victoria de Trump”, en En Defensa del Marxismo, n° 49, p. 56.

13Ibid, p. 57.

14El socialista, 9/11/2016.

15El socialista, 19/11/2017.

16The Telegraph, 14/11/2016.

17United States Elections Project, consultado: 10/07/2017.

18Boureau of Labor Statistics, “Unemployment Rate 2007-2017”, consultado: 21/06/2017

19Desilver, D.: “For most workers, real wages have barely budged for decades”, Pew Research Center, disponible en https://goo.gl/4opF8u.

20New York Times, 9/11/2016.

21Washington Post, 9/11/2016.

22Boureau of Labor Statistics, “Unemployment Rates for States, Seasonally Adjusted”, consultado: mayo 2017.

23Washington Post, 15/04/2016.

24New York Times, 27/04/2017.

25National Retail Federation, “Batis a badtax”. Disponible en https://goo.gl/rdH2oc.

26RILA, “Retailers unite to stop harmful border adjust table tax”. Disponible en https://goo.gl/oJN5B9.

27The Atlantic, 23/02/2017.

28The Hill, 10/01/2017.

29Washington Post, 19/06/2017.

30Se trata de un impuesto a las sociedades cobrado por el Estado a nivel nacional.

31New York Times, 24/04/2017.

32Washington Post, 4/04/2017.

33Político, 24/03/2017.

34Washington Post, 13/06/2016.

35Washington Post 15/06/2017.

36Wall Street Journal, 12/01/2017.

37Washington Post, 27/04/2017.

38New York Times, 12/12/2015.

39Reuters, 4/05/2017.

40New York Times, 30/05/2017.

41Politico, 30/03/2017.

42NPR, 20/04/2017.

43New York Times, 10/04/2017.

44New York Times, 20/06/2017.

45El Mundo, 27/05/2017.

46Business Insider, 27/05/2017.

47Business Insider, 26/02/2017.

48Le, T.: “Trump’s Military – First Posture May Cost the World Its Denuclearization Dreams”, The National Interest, 4/6/2017.

49Trump informó a los rusos sobre el ataque y no hubo pérdidas importantes sobre el territorio, Rusia tampoco llevó adelante ningún ataque en represalia. Ver New York Times, 07/04/2017

50Sputnik, 26/01/2017.

51Committe on Foreign Affairs, “Defeating Terrorism in Syria: A new wayfoward”, Febrero 2017, Serial No. 115-3. Disponible en https://goo.gl/ZnlO1F.

52The Guardian, 16/02/2017.

53El Mundo, 9/02/2017.

54Un análisis detallado de la productividad por país puede verse en Bil, Damián: “¿Siamo fuori?”, en El Aromo n° 94, disponible en https://goo.gl/5y4kgk.

55Según Istat y OCEDE.

56BBC, 16/01/2017.

57El país, 26/05/2017.

58The New Yorker, 18/09/2016.

59Washinton Post, 4/05/2017.

60Harari, Fabián: «Sangre y arena», en El Aromo, nº 59, Buenos Aires, 2011; Kornblihtt, Juan: «El norte de África en el epicentro de la crisis mundial», en ídem.

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