Sobre la crítica crítica (y otros superhéroes)

en El Aromo nº 3

 

 

Por Carolina Gattei, Grupo de Investigación sobre la Literatura Popular  Argentina en el CEICS-RyR

 

La crítica de la crítica también revela ideologías. Esta afirmación no es azarosa; se puede dar algún ejemplo de ella. A propósito de una investigación acerca de la literatura popular en torno a la Semana Trágica, se decidió buscar, en la prensa de la época, algún testimonio que mostrara cómo leía el lector “popular”, entendiendo que la coyuntura política nacional e internacional debe haberlo marcado de una manera no conformista como pretende Beatriz Sarlo (Véase Razón y Revolución N° 9, 10 y 11). Fue así que examinando La Vanguardia tropezamos con la crítica de una obra de teatro cuyo autor, Belisario Roldán, que editó en La Novela Semanal y La Novela de la Juventud, puede caracterizarse como popular. En la edición del 6 de octubre de 1919, se califica la obra de teatro Mauricio Norton, de pesada, con “monótona perspectiva” o como un “viaje aplastador, desesperante”. El autor de la crítica no se queda ahí y señala: “… el autor ha escrito tres largos actos, esmerándose en contar todas las incidencias vulgares de una historia familiar…”. Frente a ellas, se advierte “un solo valor ponderable: el tipo de Norton, y un acierto decisivo: la escena final, interesante, de honda dramaticidad y de efecto certero.” Esto se afirma justamente porque Norton castiga a la “adúltera y al amante imponiéndoles una horrible expiación.” La crítica reivindica, entonces, al héroe aislado que actúa en defensa de su ideal de Bien y que elige sus propias reglas para hacerlo, como el Rodolfo del Sue de Los misterios de París, Batman o los personajes de Bruce Willis. Lo que en este caso se defiende es el régimen patriarcal propio de la sociedad burguesa, y a través de una solución superficial como la venganza en representación del Bien- se intenta erradicar aquella peste que constituye el adulterio.

Esta reivindicación del Superhombre no es casual entre los socialistas reformistas. Ya Marx había criticado, en La Sagrada Familia, el paternalismo de la izquierda hegeliana y sus pretensiones de “ilustración de las masas”. Un estilo dominante en escritores como Bernard Shaw, la Segunda Internacional, el socialismo fabiano y, por ende, el juanbejustismo en la Argentina. Pareciera que la crítica “crítica” de La Vanguardia no pudiera encontrar en la literatura popular otra temática rescatable que la protagonizada por personajes que constituyen el prototipo del individualismo burgués, sospecha que se acrecienta cuando se recorren las páginas de las secciones Teatros y Conciertos y Arte y Literatura, en su gran mayoría dedicadas a autores “consagrados”; a lo que se llamaría el “buen arte”, es decir, el arte burgués. Un testimonio de la concepción del socialismo y de la tarea del partido socialista: educación, ilustración, recomendación de buenas obras de arte, adoctrinamiento de las masas, sometimiento al Superhombre. Nunca se trata de la reivindicación de las masas como sujetos de la historia; en este sentido, los socialistas manifiestan con relación a la política artística la misma actitud paternalista que hacia la política en general. Las masas no están en condiciones de hacer otra cosa y el partido socialista parece, entonces, como una especie de superhéroe colectivo que hará por las masas lo que debieran hacer ellas mismas. De este modo, el socialismo juanbejustista opta en la lucha de clases por barrer la mugre bajo la alfombra, en la espera de que alguien, un Superhombre tal vez, pueda limpiar este mundo de sus males (sin que las masas intervengan…).

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