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La Línea Sinuosa
Música Piquetera (Vol. I)

Por Cintia Baudino, Eduardo Sartelli

“A la vista de obstáculos, la distancia más corta entre dos puntos es la línea sinuosa”
Bertold Brecht

Razón y Revolución quiere, antes que nada, agradecer la infinita amabilidad y el compañerismo de quienes se prestaron generosamente a esta aventura, en particular, a Bernardo Baraj, Carlos Andino, Saúl Martín, Pablo Rozas, Daniel Navarro, Maximiliano Cataldi, Diego Passarini, Florencia Otero, Miguel Pesce, Gustavo Suárez y Sonia Abán. Con todos ustedes, amistad y revolución.

   El lector ya tiene el CD en sus manos, habrá leído el texto que acompaña su tapa, de modo que no vamos a repetirle lo que ya sabe. Sí desarrollaremos aquí con cierto detalle el motivo que nos llevó a elegir cada tema, exponiendo, de paso, nuestro método de trabajo. Como es común en Razón y Revolución, todos sus grupos de investigación se reúnen los sábados, a los efectos de discutir el avance de los trabajos en curso, elegidos según el interés personal y el programa general de investigaciones de la organización. En nuestro caso, el Grupo de Investigación del Arte en la Argentina se ha dado una tarea amplia de relevamiento programático: un examen de la obra de León Gieco (a cargo de Gabriel Falzetti), de Los Chalchaleros (Cintia Baudino) y de Antonio Berni (Nancy Sartelli), además de la producción estrictamente artística de pintura (Nancy), grabado (Laura Mejillones) y música (Río Rojo –Gabriel, Cintia, Juan Manuel Tabaschek y Gonzalo Falzari). Obviamente, la elección de los temas tiene un sentido. En particular, estamos abocados al examen del programa “nacional y popular” a través de  la pintura y la música. De allí la preocupación por León Gieco, Los Chalchaleros y Berni.

   Hay otro motivo por el cual estudiar a los que nos antecedieron. El grupo de artistas de RyR quiere realizar un arte revolucionario. En consecuencia, quiere ser consciente de lo que ello significa. ¿Cómo ser conscientes sin recuperar la experiencia de quienes ya lo intentaron? No creemos que el mundo nació con nosotros. ¿Somos los primeros que planteamos la necesidad de un arte tal? No. Ni siquiera somos los revolucionarios los únicos que buscamos una relación entre el arte y la vida, entre la vida y la política, en suma, entre el arte y la lucha. Claro que no. Como todo fenómeno vivo, ningún artista puede separarse de la vida, es decir, de la política. Todo arte y todo artista tiene un programa político y lo expresa, consciente o inconscientemente. Nuestras investigaciones tienen ese fin: entender los programas ajenos como medio de desarrollar el nuestro. Este primer trabajo reúne el primer intento en ese sentido.

La línea sinuosa

   La obra fue  pensada, como todo en RyR, colectivamente, lo que no excluye responsabilidades individuales. Empezó como una pregunta: ¿cómo representar la vida nueva que había surgido con el Argentinazo? Se nos ocurrió que la mejor forma de elaborar una primera respuesta era rescatar de esa experiencia su sentido más profundo: el movimiento. La Argentina post-Proceso vivía en una ilusión: la del fin de la historia. La democracia “recuperada” era el final del camino, nada quedaba por hacer más que relajarse y gozar. La sociedad creía (o le hacían creer) que se había movido, que algo había cambiado con la caída de aquella dictadura. Veinte años de democracia, ahora sí, burguesa, demostraron que nada de profundo se había transformado en una Argentina que seguía estancada en el mismo páramo al que la condena su clase dominante. Todo ello llegó a su fin con el Argentinazo.

   En efecto, esa sociedad estancada desde que la dictadura militar destruyó el último movimiento real que experimentó la Argentina, la lucha revolucionaria de los ‘70, gastó sus siguientes 20 años en un sufrimiento que parecía no tener fin. No significa que no hubiera lucha alguna, sino que la clase obrera como tal no podía más que hilvanar respuestas aisladas, fragmentarias e, incluso, dejarse arrastrar por sus verdugos. Mientras el alfonsinismo mostraba los límites de cualquier seudo reformismo por arriba, el menemismo procedió a liquidar todo lo que quedaba de la vieja configuración social asociada al peronismo. En ese mismo momento y por obra de ese mismo proceso, comenzaba a surgir algo nuevo. Esa sociedad sin esperanzas incubó en su interior un nuevo fenómeno: el movimiento piquetero, la aparición de una fracción de la clase obrera capaz de desarrollarse con independencia de clase y arrastrar con ella a otras fracciones de las clases subalternas, como la pequeña burguesía. Al grito de “piquete y cacerola, la lucha es una sola”, la Argentina vivió un momento de conmoción. El dolor de la explotación capitalista la obligó a moverse, a dejar de sufrir. La Argentina se movió y en eso consistió la novedad. A eso había que cantarle entonces, al menos en principio: a aquellas mujeres y hombres que desafiaron el statu quo, que imaginaron que el mundo podía cambiar, podía ser mejor. A los que sepultaron la contrarrevolución que se inició a mitad de los setenta y durante dos décadas destruyó toda alternativa de vida que no fuera la sumisión y la muerte. Va de suyo que esta obra está dedicada a ellos.

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La fotografía del CD

   Acompaña a esta producción de Río Rojo una serie fotográfica. La idea es reflejar el contenido del trabajo, partiendo del individuo aislado, incomunicado a pesar de la contigüidad de sus congéneres, hasta el momento de la acción colectiva. De allí que comience con fotos de maniquíes que van humanizándose en el movimiento (simbolizado aquí y allá con un omnipresente río de fondo) hasta culminar con la marcha sobre Puente Pueyrredón, donde la autopista que se bifurca señala las contradicciones del proceso en marcha. La ñiña-maniquí, muñeco extrañamente humano, marca el punto en el que comienza el movimiento al aparecer el color en sus ojos, cerrando la etapa del blanco y negro de la secuencia.