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   Llueve, hace frío. El alma triste no puede estarlo más. Garúa expresa toda una tendencia en el tango, que se caracteriza por el sufrimiento. Es pertinente distinguir entre sufrimiento y dolor. Como bien nos explicó Rosana (López, sí, la de Cuentos piqueteros), sufrir es padecer, es decir, aceptar pasivamente una situación. El dolor es algo más primario, más inmediato. Es una necesidad de la vida: experimentar el dolor es experimentar el mundo. El dolor obliga al movimiento. Aquel que renunció al movimiento sufre, se entrega, se deja morir. Sufrir no es necesario. Sólo una sociedad que se caracteriza por destruir las esperanzas de la masa de la población puede regodearse, recomendar y recomendarse el sufrimiento. No es un sentimiento bueno para revolucionarios: es propio de la clase dominante, porque los sentimientos dominantes, como las ideas dominantes (Agnes Heller dixit, aclara Rosana), son los sentimientos de la clase dominante. El tango tiene mucho de eso y no se puede negar que Garúa, con esa potente y bella poesía, lo expresa claramente: “Y yo voy como un descarte, siempre solo, siempre aparte, esperándote.” Como en el medio de un conjunto de círculos concéntricos, el alma carece de todo contorno social (“Como un descarte”), experimenta la soledad (“siempre solo”) y el desprecio (“siempre aparte”), sin ninguna iniciativa (“esperándote”). No puede sentir otra cosa: “Y por más que quiera odiarla, desecharla y olvidarla, la recuerdo más”. Alguien dirá que el amor es así, pero esa es la concepción burguesa del amor: sufrimiento, imposibilidad, locura. Otra cosa es el amor (otra vez, Rosana dixit): nexo básico entre los seres humanos, sólo brillará como tal cuando las relaciones que organizan este mundo, que estimulan la hostilidad y la posesión de las personas como cosas, dé paso a relaciones de igualdad y generosidad. La ideología burguesa del amor ha venido a oponerse a la fraternidad socialista. El triunfo del amor burgués es, entonces, la condena del alma en pena, con su corazón “transido”, rodeado de púas, muy cristiano todo. Enrique Cadícamo (autor prolífico, dramaturgo y cineasta que murió a los 100 años, transformado en una de las glorias del tango) hizo tres temas con Troilo. Garúa fue grabado en 1943 y se transformó en un éxito rápidamente, siendo cantado por grandes intérpretes: Pedro Laurenz, Fiorentino, Mercedes Simone, Tania, Hugo del Carril, Goyeneche. Aquí Río Rojo intenta una versión que rescata la esencia profunda de su letra. Para este tema se utilizaron recursos de la música impresionista (sonoridades huecas, gamas por tonos, clusters) dado el carácter de postal que tiene la obra. Quisimos retratar con música las “impresiones” que el texto describe tan brillantemente. El comienzo, totalmente despojado, nos ofrece unas monótonas octavas(3), que imprimen el molesto caer de la garúa, clavándose como púas en el pecho. Estas octavas a contratiempo(4) se vuelven melodía interrumpiendo, entorpeciendo, el monótono paso del caminante y sus negras cromáticas constantes, grises. Un pequeño ascenso en escala por tonos oscurece aún más la escena hasta caer indefectiblemente en un cluster(5), en un pozo. La voz, abriéndose camino en la niebla, en la oscuridad, en el viento, totalmente desolada, continúa la narración iniciada por el piano. Las púas se acentúan en el corazón y el piano comienza a latir, a tomar vida. Una vida hasta este momento signada por el sufrimiento y la soledad más absoluta de la noche. La tristeza se intensifica y quiebra en un llanto sólo comparable a la magnitud de la garúa. Las octavas vuelven a aparecer: sigue lloviendo pero algo quiebra la monotonía. Nadie puede vivir inmerso en el sufrimiento, el duelo debe tener un límite.

   Sin querer enmendarle la plana, nos permitimos, sin embargo, oponerle a esta soledad sin vida, una reflexión sobre las “soledades”. De soledades, de Gabriel Falzetti, la voz de Río Rojo, mastica la bronca y se propone la lucha, en una letra sencilla que simplemente quiere decir “no me doy por vencido”. Escrito especialmente para este CD, este tema fue compuesto para dos guitarras. La melodía principal está a cargo de la voz. Toda la primer parte fue escrita sobre la escala menor(6), logrando una relación melancólica con el tema que lo precede. La primera guitarra se encarga de contestar a la voz con melodía, siempre en modo mayor(7). Luego el tema modula a su escala relativa mayor, de esta manera cobra un sentido mucho más alegre, otorgándole aire y claridad a esta segunda y última parte del tema.
   El problema de la soledad se resuelve si se recuerda que toda parte adquiere sentido en su totalidad, es decir, en el conjunto al que pertenece. La voz de la experiencia acumulada viene a recordárselo al alma triste todavía no convencida de la necesidad del movimiento. No hace falta decir mucho sobre Joan Manuel Serrat, pero su Me gusta todo de ti (pero tu no), merece un buen párrafo. Parte de Sombras de la china (1998), uno de los más bellos y personales discos de Serrat, Me gusta… retoma el talante dialéctico del autor por confrontar la esencia y la apariencia que ya está presente en un tema emparentado, De cartón piedra, que habla del amor de un hombre por un maniquí. Irónico y humorístico, Serrat apunta más allá de la interpretación obvia: no se trata de la crítica a la belleza superficial sino de que la totalidad es mayor a la suma de las partes. Me gusta… trae consigo una lección al caminante: no es bueno mirarse siempre el ombligo. El sentido de la vida de un individuo está en los otros. No es mirando hacia adentro que se encontrará. Es la invitación a reunirse con un conjunto mayor. Buenas palabras para el alma triste que aún no entiende y planea su suicidio. Esta interpretación fue pensada e instrumentada para una banda, la cual aparece “de a pedazos”, a medida que se desarrolla el tema. Sólo en el interludio y en el final se reúne la formación completa. El arreglo comienza con guitarra eléctrica, bajo y percusión, que presentan suavemente la primera parte, para estallar luego con la sumatoria del piano, la batería y la guitarra criolla. A medida que transcurre el relato aparecen y desaparecen los instrumentos constantemente, produciendo sorpresa, pero también representando la parcelación, donde la idea de corte y ruptura es una constante.

 

(3)Octavas: las escalas tienen como intervalo mayor el de séptima, luego se repetirán los sonidos ascendentes (más agudos) y descendentes (más graves). Por lo tanto las octavas son dos notas iguales en distinto registro, o sea a distancia de seis tonos, lo que forma una consonancia perfecta.

(4)Contratiempo: se produce cuando las notas no caen a tierra sino que van exactamente en contra del pulso.

(5)Clusters: palabra inglesa que designa un agregado sonoro que superpone generalmente semitonos o cuartos de tono, obrando como si fuera una única nota. Entre el acorde y el ruido, es un efecto buscado en la escritura orquestal desde los años cincuenta, aunque ya había sido utilizado en el piano desde un cuarto de siglo antes.

(6)La escala menor, o modo eólico, tiene la característica de tener la tercer nota descendida un semitono con respecto a la escala mayor al igual que el sexto y séptimo grado. Su estructura es: 1 tono, 1 semitono, 2 tonos, 1 semitono y 2 tonos. Esta escala suena mucho más triste y oscura que la escala mayor.

(7)Escala mayor, o modo jónico, su estructura es: 2 tonos, 1 semitono, 3 tonos y 1 semitono. Esto da como resultado una sonoridad alegre y brillante.

 


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